EL ROL DEL DISEÑO EN LA VENEZUELA CHAVISTA

Los afiches producidos por el régimen nazi, así como los de la revolución bolchevique y los de la revolución cubana suelen despertar un agudo interés en muchas personas. Esta atracción pareciera asentarse más en sus rasgos estéticos que en el contenido, lo cual configura un fenómeno bastante particular que ha permitido la amplia divulgación de los mismos en catálogos, exposiciones y libros; y en los años más recientes a través de Internet. Sin embargo, escasamente se ha reflexionado sobre cuál ha sido el rol del diseñador gráfico en la configuración de dichos mensajes propagandísticos.

El diseño se encarga de concretar en formas visuales las estrategias comunicacionales, creando así un imaginario que va a ser recibido y decodificado por el público meta, además de ser partícipe en la construcción de la documentación que facilitará la lectura del contexto histórico. Adicionalmente, dependiendo de la calidad que ostenten sus productos, alimentará el patrimonio intangible de la humanidad.

En estos tiempos de responsabilidad social, el diseño se está dedicando cada vez más a proyectos dirigidos al aumento de la calidad de vida en nuestro planeta. Para resumir esta tendencia que se afianza a nivel internacional, conviene citar al reconocido diseñador argentino Ronald Shakespear: “Si el diseño no sirve para que la gente viva mejor, entonces no sirve para nada”. (VALBUENA: 2009)

Pese a que los organismos dedicados a la promoción del diseño sostenible, así como la mayoría de los diseñadores, están asumiendo esta responsabilidad, -introduciendo en este saco al diseño político crítico y reflexivo-, también es cierto que existe un diseño para la propaganda cuyos mensajes pueden apoyar causas éticamente cuestionables, como en el caso de los nuevos gobiernos autoritarios que existen en diferentes puntos del planeta, que hiperproducen mensajes en todos los soportes posibles para “persuadir” sobre sus ideas y valores a su audiencia interna, y en algunos casos, externa. Esta “persuasión” generada por los regímenes autoritarios, forma parte de estrategias que tienden a la unidireccionalidad y a la necesidad de establecer hegemonías comunicacionales oficiales, con el consecuente mancillamiento de libertades consagradas en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, como la libre comunicación de opiniones y de pensamientos o el aplastamiento de la libertad de expresión, propia del Estado liberal.

Visto desde este punto de vista, la propaganda para el autoritarismo que coarta libertades, siembra miedo y aúpa el culto a la personalidad de un líder, al mejor estilo del Gran Hermano que sojuzga un mundo ficticio en la novela 1984… ¿no es diseño? Si no lo es... ¿entonces qué es? Y entonces, ¿porqué sí se reconoce como diseño lo que hicieron los artífices de los afiches nazi y los de la revolución cubana? ¿es porque los resultados son estéticamente positivos? ¿si esas piezas fueran "feas" entonces no es diseño?
Pues, en consultas informales realizada entre diseñadores venezolanos, se les mostró un amplio registro de afiches, vallas, pendones, volantes y material propagandístico impreso en general producido por el gobierno bolivariano entre los años 2006 - 2009, y se les preguntó qué opinión les merecía desde su óptica profesional.

Las respuestas fueron variadas, yendo desde polémicas sobre si esas piezas eran o no diseño, hasta sugerencias sobre cómo abordar el caso.

En la discusión “es diseño / no es diseño / mal diseño” hubo una primera posición que manifestaba desdén hacia “tanta porquería propagandística”, considerando que no vale la pena perder el tiempo ni siquiera en verla, porque muchas de esas piezas estaban “mal hechas”. En general este grupo de profesionales evaluó negativamente el concepto creativo, en algunos ejemplares los resultados técnicos (imágenes pixeladas, impresión deficiente), y en un tercer lugar, la estética.

Otros consultados identificaron en seguida algunas piezas como “magistralmente concebidas”, reconociendo en ellas las cualidades de un buen diseño. También hubo quien considerara que “todo es diseño”, pero lo que marca la diferencia estética es el tipo de público al que la pieza va dirigida.

Esta prueba, además de poner en evidencia la polarización política de un país, permitió constatar la tendencia de un gobierno de corte populista autoritario a la hiperproducción de mensajes propagandísticos, mucho de ellos realizados en formatos impresos tradicionales como el afiche y la valla, que literalmente tapizan las calles venezolanas. Aún esquivando el punto de la calidad, se pone en evidencia una fuerte inversión en el área de la comunicación y el diseño, datos que merecen ser revisados con lupa, más allá de las categorías “bueno - malo”.

Al final, entre los entrevistados emergió la necesidad de establecer pautas de estudio “objetivas”, dirigidas principalmente hacia el área formal, abarcando el ordenamiento del mensaje, revisión de la relación sintáctica-semántica, así como la identificación de reglas, considerando contraste, tipografía, colores, formatos, proporción y armonía.

Pero, más allá de las consideraciones meramente formales, pienso que las instituciones educativas deberían reflexionar sobre la ética del diseñador y su rol en la sociedad. En el caso de los comunicadores sociales, este tema se discute en las escuelas, pero en el las de los diseñadores, que al fin y al cabo también son comunicadores.

Es más, el tópico resulta espinoso. Recientemente, en  ForoAlfa se abrió un debate sobre “¿Existe una ética del diseño?”, donde además de sobresalir la confusión entre moral y ética, en general los diseñadores atribuyeron toda la responsabilidad ética al cliente. Considero que el diseñador que participa en la configuración de campañas, por ejemplo, para un gobierno autoritario, no es exento de responsabilidad, porque es -aunque suene duro, es el ejemplo que se me ocurre-, como un verdugo. Si el diseñador que ejecuta ese tipo de trabajo está de acuerdo con el régimen, su moral, y también su ética profesional son cónsonas. Pero aquellos que disienten de las ideas del cliente, pero que acceden a trabajarle porque "hay que comer", se vuelven anómicos (no anémicos, cuidado) por la contradicción de valores que se genera.

El caso de la propaganda gubernamental en Venezuela, como otros casos, pudiera servir de excusa para una reflexión que sirva para que los diseñadores trasciendan la idea de ser meros “hacedores” y se proyecten hacia una auténtica profesionalización y una autoconceptualización como servidores públicos.

¿Qué piensas sobre este tema? ¿es jalado por los cabellos pensar en una ética para el diseño?

Comentarios

  1. Podemos hablar de responsabilidad y ética en el diseño, pero cuando un régimen impone un pensamiento único y el diseñador está convencido de ello, la ética no es la medida. Ahora, si el diseñador forma parte de la anomia y en su trabajo pesa más el "bozal de arepa", la ética pesa sobre tu trabajo.
    No soy maniqueo, creo que hay medias tintas, seguro debe haber muy buen diseño del lado régimen, pero es tal la contaminación visual que está pasando desapercibido, o como sucede en el Metro de Caracas, la gente ha empezado a "intervenirlo" con marcador como un acto de rechazo.
    Felicitaciones por tus investigaciones.

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