Entrevista al maestro Carlos Cruz-Diez: "EL DISEÑO ES LA MANO DERECHA DE LA INDUSTRIA"




En el 2002 efectué esta entrevista que el maestro tuvo la amabilidad de contestar por escrito y enviar por e-mail. Sus reflexiones se mantienen vigentes, vale la pena leerlas de principio a fin. Como introducción me permito recordar que los inicios profesionales de Cruz-Diez fueron como diseñador, por lo tanto, es un pionero en Venezuela.


¿Cómo se forjó en usted la vocación para promover el diseño industrial en nuestro país?
— Desde niño me han interesado los objetos, su función, como se hacen y para que sirven. Buscaba donde estaban fabricados y siempre decían: “made in USA”, “made in Japan”, “made in Solingen”, como las tijeras, y nunca “hecho en Venezuela”.
La explicación la obtuve cuando entré a trabajar en la publicidad. El país no fabricaba nada porque no tenía población consumidora. En mi infancia el único consumo era la comida. Todo lo demás era superfluo y un lujo para ricos. La ropa la hacía mi madre o alguien de la familia. Los zapatos los hacía el zapatero de la esquina y los escasos juguetes de navidad, tenían las instrucciones en inglés.
Cuando el país aumentó de población y creí que nos habíamos modernizado, me pareció lógico que, en la medida de las posibilidades, produjéramos objetos utilitarios diseñados por nosotros mismos, contrariamente a la práctica que venía ejerciendo la industria local, de comprar viejos moldes y diseños en los países desarrollados y hacerlos pasar como producto venezolano. Lo consideraba humillante, pues el diseño es producto de la inteligencia y yo consideraba que el venezolano era inteligente y capaz de dar soluciones apropiadas a sus hábitos, a sus costumbres y su manera de ser y no adaptarse a soluciones impuestas del exterior.

Recuerdo el Debate sobre la “Situación del diseño en Venezuela” que usted encabezó cuando dirigía IDEA, donde se dice que el diseño industrial debe ser una herramienta estratégica para Venezuela. ¿ Por qué?
— En parte por las consideraciones que he expresado antes y porque en Venezuela se ha instalado el hábito de no reflexionar, trayendo como consecuencia que la confusión se haya convertido en una cultura, un folklore. Con escasas excepciones, el industrial venezolano no se puede catalogar de tal, sino de comerciante. Compra ideas para revenderlas. Por eso viaja al exterior a comprar licencias, moldes viejos y desechos.
Esto me trae a la memoria, los comentarios que en la Escuela de Artes Plásticas hacía nuestro querido artista, profesor y gran humorista Luis Alfredo López Méndez, definiendo lo que en la época se llamaba con gran orgullo industria nacional . Nos contaba el maestro: “Unos amigos míos son los grandes industriales del clavo en Venezuela. Se fueron a los Estados Unidos, compraron unos rollos de alambre, una máquina con un alicate y un martillo, con el que le dan un “taparazo” al trozo de alambre para hacerle la cabeza al clavo. Ni el alambre ni la máquina son venezolanos, lo único criollo es el ‘taparazo’.”
Básicamente un industrial es un inventor. Un promotor de ideas, alguien que movido por la fascinación de la gran aventura inventa algo e invierte su esfuerzo y arriesga su fortuna y la de sus amigos, con la intención de proyectarse en la sociedad y generar dinero, al mismo tiempo que cambia los hábitos de consumo. Aunque los resultados no sean siempre en beneficio del hombre y de la sociedad. Por eso el Estado debe estar presente, vigilante y controlando el equilibrio en las actividades de los ciudadanos.

Además de ese debate, ¿qué otras actividades ha ejecutado el maestro Carlos Cruz-Diez en pro del diseño industrial en Venezuela?
— Cuando me propusieron crear un Museo Cruz-Diez, me negué argumentando que no deseaba un Mausoleo en vida. Me pareció más importante crear una institución para darle jerarquía y trascendencia a dos actividades de la inteligencia del hombre: la multiplicación de la imagen y el diseño. Desde las tabletas de arcilla de Babilonia, pasando por los impresos de Gütemberg hasta el dinero plástico, la estampación de los caracteres y de la imagen, han sido el medio más poderoso para difundir el conocimiento y la información.
La otra actividad fundamental es el diseño. De la misma manera que decimos que todo es política, también podemos decir que todo es diseño. Desde una uña del pie hasta el módulo lunar, todo es diseño. Todo sistema u objeto de función implica diseño.
Por eso insistí en la creación del “Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez”, como una oportunidad abierta a los diseñadores y grabadores para estimular su producción y darla a conocer, además de informar a la colectividad de la importancia de estas dos actividades en el progreso social y cultural de la humanidad. Como uno de los objetivos principales del museo, pensé en la importancia de la implicación social que conlleva servir de vitrina a la industria nacional, para que el venezolano y el mundo, se enteren de lo que somos capaces de producir, dado que hasta ahora, aparte de las bebidas alcohólicas, nadie sabe ciertamente que está hecho en Venezuela y que no.

Según su opinión, ¿qué factores han impedido la integración del D.I. a los procesos creadores de nuestra industria?. ¿Considera que es por ignorancia o por la incapacidad de los empresarios de asumir riesgos, además de la falta de políticas en esta materia por parte del Estado?
— Es como dije antes: se comercia, pero no hay conciencia de industrial y el diseño está ligado íntimamente a la industria. Es su mano derecha, el instrumento para competir y ganar mercado.
Todos los pueblos del planeta arrastran taras. Las nuestras son taras coloniales. Durante la colonia todo llegaba hecho de España. Nadie se planteaba inventar ni fabricar, sólo se ganaba dinero y se sobrevivía, vendiendo lo que llegaba, o exportando lo que naturalmente producía la tierra, sin modificar nada ni hacer nada por mejorar la producción o la manera de recolectar. Las grandes metas eran estudiar para cura, abogado, médico o ingeniero, como una manera de llegar a funcionario de la colonia, o en el peor de los casos, ser empleado o peón. Tengo la amarga impresión de que en el fondo, el esquema de ambiciones del venezolano sigue siendo el mismo, sólo ha cambiado el nombre del patrón. Ahora lo llaman República.

Según su experiencia, ¿cómo podría articularse un Plan Nacional para el fomento del D.I. en Venezuela?. ¿Qué actores deberían estar presentes?
— Bueno, mi experiencia me dice que nosotros los venezolanos, somos los campeones del mundo en todo cuanto a “Planes Nacionales” se refiere. Si alguien tuviese la paciencia de hurgar en los archivos de los ministerios e instituciones oficiales, se encontraría con millones de Planes Nacionales engavetados. Se han hecho planes para todo. Lo primero que hace un presidente o un portero al llegar al cargo, “es elaborar un plan”. El presidente elabora un plan para inventar otro país porque el que hicieron sus predecesores es una inmundicia y el portero elabora un plan para abrir la puerta sin necesidad de hacer el esfuerzo.

¿Qué recomendaciones haría para promover el D.I. entre los industriales?
— Hacerles entender que la industria es una aventura paralela al desarrollo social y cultural de un país, donde gana dinero el que es creativo, atento y sensible a las circunstancias sociales.

¿Considera que los diseñadotes egresados de nuestros institutos están capacitados a cabalidad para ingresar y conformar el mercado laboral venezolano?
— El día que se desate la conciencia industrial, ya veremos si son capaces o no. Mientras no haya verdadera industria, producción y competencia, no podemos emitir un juicio.

¿Cuál cree que debería ser el rol de instituciones culturales como el Museo que lleva su nombre o el Centro de Arte La Estancia para impulsar el D.I.?
— Abordar y convencer a los pocos industriales que sobreviven en el país, de la importancia del diseño en la producción. La motivación de mercado es el diseño. Compramos alimentos, automóviles, radios, teléfonos, vestimentas, cualquier cosa inútil, por el atractivo del diseño. Sin diseño no hay ventas.
La mujer lo ha entendido desde tiempos inmemoriales. Es la primera que se da cuenta si nació con un buen diseño y en su defecto, hace los sacrificios más grandes para mejorarlo y así conquistar al mercado…

¿Cuál considera que debería ser el papel de los institutos educativos para impulsar el D.I.?
— Impartir una enseñanza de calidad y verdaderamente profesional.

¿Cuál cree que debería ser el rol del Estado para impulsar el D.I.?
— No sé. Porque aparte de diseñar el logo de un ministerio o el uniforme de una escuela pública... el estado no genera productos de consumo. Genera calamidades y problemas a los que consumen…

¿Considera que el empresario nacional no ha valorado el D.I. porque lo ve como un elemento cultural ligado al arte, y por ende, piensa que no es rentable? ¿Qué le diría a nuestros empresarios para convencerlos que sí es rentable y sobre los beneficios que le aportaría el D.I.?
— Que lea la prensa y las revistas de su especialidad para enterarse de lo que hace la competencia exitosa en otros países. Si no sabe que el diseño está ligado al éxito de un producto, desconoce el negocio.

CRUZ- DIEZ / París, 19 de mayo del 2002