Cáliz forjado en plata, años 60, década en la que fue distinguido
con el Premio Nacional en Artes Aplicadas. Col. Fund. Museos Nacionales |
A la muerte de Juan Vicente Gómez viajó a Caracas para estudiar arte puro en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas. Luego fue becado y se fue a estudiar Diseño Industrial y Cerámica en Filadelfia. Murió en mayo del 2004.
El contacto en Nueva
York
“En 1963 aún estaba estudiando diseño industrial en
Filadelfia cuando el señor Hans Neumann me citó en Nueva York. Entonces me dijo
que había hablado con Miguel Arroyo, Benjamín Mendoza, el doctor Palacios (del
INCE) y Guillermo Meneses, porque habían pensado en crear un instituto de
diseño en Venezuela.
Sabían que me faltaba poco más de un año para graduarme y me
propusieron que regresara a Venezuela a sentar las bases programáticas del
instituto. Entonces me vine y conversé fundamentalmente con Miguel Arroyo.
Para ese momento en Venezuela no habían diseñadores
industriales, sino arquitectos y artistas plásticos que diseñaban
objetos pequeños”.
De Caracas... a Filadelfia
Prototipo de juego de cubiertos para niños forjado en cobre, presentado por Madriz en el Philadelphia College of Art. |
Quería ser artista, pero después
me di cuenta que un artista es un milagro que aparece cada 200 años. Sin
embargo, estudié allí y me dio desahogo espiritual. Aproveché un curso de
formación docente para artistas y me gradué de profesor de educación artística.
Posteriormente en el Pedagógico de Caracas me gradué de profesor de castellano
y literatura. Ya para ese momento era muy amigo de Miguel Arroyo.
Se presentó la oportunidad de
enviar cinco estudiantes al exterior, de los cuales fui yo nada más.
Entonces, cuando estaba en el
tercer año de la carrera fue la entrevista con Neumann. A raíz de ella terminé,
regresé y terminé como director del Instituto”.
Efímero director de la Neumann
Esta elegante cafetera en bronce con detalles en madera, fue exhibida en la Megaexposición I |
Para lograr ese propósito se
necesitaba que el Director gozara de créditos ante los profesores y alumnos por
su preparación y especialización en esta rama, pero que a su vez tuviese
autoridad para remover el personal que considerase incompetente y escoger
colaboradores que se sintiesen directamente responsables ante él. Con este
criterio acudí a la instalación de la junta directiva del Instituto, en donde
se llegó a una serie de decisiones sobre el proyecto de reglamento que había
redactado.
Cuando el secretario me envió
copia del acta de la reunión de la junta, me sorprendió que no se le daba al
director libre independencia en dos aspectos clave: remoción y contratación de
profesores.
Otro problema fue que cuando
llegué a Caracas (a mediados de 1964, ya que el IDD abrió sus puertas en julio
de ese año) la secretaria, la bedel y todo el personal estaba nombrado y no me
veían como director. Entonces un día, necesito enviar un oficio y la secretaria
me dice que no, que debía consultar al señor Neumann. Y yo le digo que para
qué, que hiciera el oficio, y listo. Con estos detalles quiero explicar cuál
era mi situación allí”.
La renuncia
"Luego de la fallida aprobación
del reglamento que puse a la consideración de la Junta Directiva, noté que yo
quedaba como un sándwich entre la junta y el profesorado, formado
principalmente por artistas que por no tener una efectiva ejercitación en el
campo del diseño, asimilaban la carrera con las artes plásticas, y el perfil
del diseñador con el del pintor.
Más aún, ignoraban que en el campo técnico la concepción de las obras muy pocas veces se debía a una audacia aislada o a una inspiración individual.
Esos eran los límites que veía yo recién llegado de los Estados Unidos, un país industrializado. Entonces llego a una escuela en la que encuentro un montón de muchachitas que creían que el diseño era cosa de pastillaje y manualidades.
Ante todas esas circunstancias que me causaban incomodidades, renuncié”.
Sin embargo Argenis Madriz sentía orgullo de
haber dictado clases a estudiantes brillantes como Alvaro Sotillo,
Carlos Rodríguez, Pedro Mancilla y Margarita Calvani, todos ellos destacados
diseñadores gráficos en nuestro país.
Depués de su experiencia en el
Instituto de Diseño, se dedicó completamente a la educación artística.
En aquel momento en el que conversé con él, su interés estaba centrado en
rescatar y realzar el valor y los aportes de Antonio Edmundo Monsanto, y rehuía
a hablar sobre el diseño industrial venezolano, insistiendo en que no podía
existir tal en un país sin industria.
El IDD cerró la mención diseño
industrial en 1973 y en 1976 Madriz, junto a ocho profesores más, renunciaron
irrevocablemente a la institución.