Tarea cumplida: la lectura de la biografía de Miguel Arroyo editada por los libros El Nacional, merecido reconocimiento a un hombre que se dedicó a "construir país" desde el terreno cultural, cubriendo varios de sus campos, incluyendo el diseño.
Diego Arroyo Gil es el autor de esta biografía publicada a mediados del año pasado. Sin ser pariente del personaje investigado, aunque coincidan sus apellidos -tal como se aclara en el texto introductorio-, el joven periodista realiza una semblanza centrada en el desempeño profesional y los contundentes aportes de don Miguel al país.
Como mi interés es el diseño, fue delicioso ir hallando a través del relato datos que revelan cómo nació la inclinación de Arroyo por esta disciplina en su juventud, cuando tuvo la oportunidad de viajar a los Estados Unidos como asistente del pintor Luis Alfredo López Méndez, designado para realizar los murales del Pabellón de Venezuela en la Feria Mundial de Nueva York en 1938. Allá entabló amistad con el arquitecto Gordon Bunshaft, quien lo introdujo a la "modernidad". .
Poco tiempo después, Arroyo consiguió una beca para estudiar en el Carnegie Tech, en Pittsburgh. En una visita a su casa (en el 2005), mientras realizaba con Susana Benko la investigación sobre el diseño nacional para la Mega Exposición I, don Miguel mencionó esta experiencia, señalando que en Pittsburgh se dió cuenta que no sabía ni recortar papel con una tijera, y allá le enseñaron a hacerlo. Esta anécdota me quedó grabada.
De regreso a su tierra, abrió la tienda Gato en 1949. Ésta ya había sido mencionada por Lourdes Blanco en el catálogo de la exposición Interior moderno. Los muebles de Miguel Arroyo. Con respecto a Gato, Diego Arroyo hace una "disgresión" que me encantó, porque aportó un dato que desconocía: la apertura en 1939 de la "primera tienda de diseño" de Caracas: MAD (Muebles, Arte, Decoración).
A través de las páginas también se nombra el período en el que don Miguel se dedicó a proyectar muebles y a la diagramación de la revista Cruz del Sur, en los años cincuenta . Otra labor ligada al diseño emprendida por Arroyo fue la museografía, la cual ejecutó con éxito desde su gestión como director del Museo de Bellas Artes.
En los años ochenta fundó junto a Alvaro Sotillo y Gerd Leufert el Grupo Editor Alter Ego, con el que publicó obras de altísima calidad visual, entre ellas el ya clásico y galardonado Retromundo.
Vista de páginas internas de Retromundo. |
Ya hacia el final del libro se recuerda que don Miguel formó parte del comité que asesoró a PDVSA sobre la utilidad cultural que se le daría al Centro de Arte La Estancia. Teniendo en su hoja de vida vasta experiencia en el campo del diseño, Arroyo recomendó dirigir la programación expositiva del naciente espacio a la divulgación del diseño gráfico, diseño industrial y fotografía. Así se hizo exitosamente hasta que el gobierno aún vigente (con la miopía y trogloditismo que lo caracterizan, según mi opinión), truncara dicha visión.
Tanto la introducción como la coda del libro son impecables como actos de apertura y cierre. Igualmente fue efectiva la manera como el escritor sintetizó la trayectoria del multifacético hombre que era Miguel Arroyo. Sin embargo, me doy la licencia de hacer "crítica literaria" para comentar que a veces me fastidió el relato en primera persona que dio pie a varias "intromisiones" del escritor y a las interrogantes repetitivas.
No obstante recomiendo ampliamente el libro tanto a diseñadores como a todo aquel que sienta afinidad por la cultura en nuestro país.