Desde los años noventa, cuando era una simple periodista que trabajaba en
el departamento del Centro de Arte La Estancia escucho entre los diseñadores
venezolanos la preocupación sobre el pobre impacto del diseño en la sociedad venezolana,
el cual aún no se ha resuelto.
Muchos fueron los méritos del Centro de Arte La Estancia de aquella época, entre
los que estuvo el impulso del diseño gráfico y el diseño industrial en las
secciones culturales de los medios de comunicación nacionales. Esta labor fue
realizada no sólo a través del envío consuetudinario de gacetillas de prensa
sobre las charlas y exposiciones, sino por medio de la organización de un
taller anual sobre diseño para periodistas. De esa forma, se formó a los
comunicadores del momento en el argot específico de esta disciplina y se les
sensibilizó sobre la misma. A los pocos años todos esos periodistas
tomarían rumbos diferentes.
Con el paso del tiempo y la mala hora en que llegó el chavismo a esta
tierra, el Centro de Arte La Estancia se desperfiló, a raíz del paro petrolero.
Mantuvo sus puertas cerradas durante unos meses, hasta que reabrió con la
misión de promover las culturas populares. Si bien, esa idea está bien, aún
lamento que la desaparición forzosa del diseño de esta institución fuera
justificada por la administración aún vigente por el supuesto “carácter
elitesco” del diseño. La miopía se convirtió en ceguera. Sobre todo en tiempos
en que el mundo habla insistentemente de diseño para el desarrollo sostenible y
de diseño con sensibilidad social dirigido hacia el mejoramiento de la calidad
de vida de las personas.
Entre las situaciones extrañas ligadas a la desaparición forzosa del diseño
-y la fotografía- de la faz de La Estancia, la más bizarra
fue la eliminación de la biblioteca especializada que tomó años y una interesante
inversión de dinero para ser dotada.
Circulan en el mundillo de los diseñadores numerosas leyendas urbanas sobre
el destino de la colección bibliohemerográfica del Centro de Arte La Estancia.
Hay quienes cuentan que pasaron por casualidad por el lugar y vieron que las
cajas de libros fueron sacadas para el Patio de secado -otros señalan que estaban en la acera de
una de sus entradas-, para que
los transeúntes se llevaran lo que quisieran. Eso no me consta, pero lo que sí,
es que varios museos, entre ellos el de Arte Contemporáneo, el de Bellas Artes
y por supuesto, el Carlos Cruz-Diez, estuvieron tras los libros, revistas y
registros de imágenes sobre papel y en diapositivas para sus respectivos
centros de información. Lo comento porque durante el momento en el que La
Estancia estuvo cerrada y se rumoraba que reabriría con nuevos objetivos,
trabajaba en la coordinación de la sección de diseño para la Megaexposición I,
y me tocó llevar una de las cartas de solicitud.
Lo cierto es que no se sabe qué pasó con la biblioteca, pero sí sé que la
librería El Buscón tiene un proveedor incógnito del libro de Armas Alfonzo
“Diseño gráfico en Venezuela”, cuyos últimos ejemplares rescató La Estancia de
los depósitos de El Tambor a finales de los novena, y los vendía en el CILE
(Centro de Información La Estancia).
La Estancia exhibió los carteles xilográficos de Chicho Mata, curaduría de Alvaro Sotillo. |
Si el destino de dicho material fue ser “regalo para el primero que pasara
y lo recogiera”, pienso que corrió mejor suerte que muchos ejemplares del
antiguo Conicit heredados por la biblioteca del Ministerio de Ciencia y
Tecnología. Y sobre esto tengo una historia muy triste sobre la destrucción de
patrimonio de los venezolanos en un gesto al estilo Savonarola, llevado a cabo
por el chavismo: acudí a esa biblioteca a buscar un documento sobre diseño
industrial de finales de la década del ochenta. Luego de un buen rato, mientras
los funcionarios jóvenes buscaban, una bibliotecaria con aspecto de estar a
punto de jubilación me confesó: -No lo van a conseguir, porque hace un tiempo, la directora ordenó botar las
publicaciones que tuvieran el sello del Conicit, con el agravante de que fuimos
vigilados y escoltados por personal que se aseguraba que no escondiéramos, ni
nos lleváramos material-. Triste.
Estos relatos me generan la sospecha de que entre las “tantas
destrucciones” cometidas por el chavismo, se encuentra la eliminación de parte
de la memoria bibliohemerográfica del país, para imponer su particular visión
de la historia y del mundo a través de su intensa política editorial.
Para constatar la sospecha habría que investigar, con el fin de reunir las
piezas suficientes que aclaren este enigma. Mientras tanto, si alguno de
ustedes tiene algún otro testimonio sobre el tema, me gustaría conocerlo.