Parte 1: IDENTIDAD Y DISEÑO DE PRODUCTOS EN VENEZUELA

Este banco fue diseñado por Jorge Rivas para la desaparecida Casa Curuba en 2003.
Texto de ponencia presentada en las "Primeras Jornadas de Diseño Industrial" que organizó la Escuela de Diseño Industrial de la Universidad de Los Andes en el año 2005. Recuerdo con emoción y orgullo los eventos académicos con énfasis en la investigación, que organizaba a EDI-ULA, en aquel momento había presupuesto para ello. Los artículos fueron publicados por la universidad. El mío lo edité en tres partes, hoy va la primera.


1.      Preliminares de una Historia
La tónica de la investigación de los aspectos históricos del diseño industrial en Venezuela ha sido la fragmentación. El diseño gráfico sobresale y minimiza a su primo hermano industrial, en un país cuya principal actividad económica ha sido predominantemente extractiva. El contexto venezolano ha sido determinado por “un” producto dominante en determinados períodos: el cacao durante el siglo XVIII, el reinado del café en el XIX y la explotación petrolera que ha signado el siglo XX.

Por lo tanto no es descabellado estudiar el rezago del diseño industrial tomando en cuenta el contexto general de un país que en vez de considerarse monoproductor, debería concebirse como “monoexplotador” de un recurso natural no renovable que fortuitamente enriquece el subsuelo... Qué haríamos, sin el “jugo de la tierra” [1]. Otros rasgos determinantes son la poca capacidad para desarrollar tecnologías propias, lo cual ha favorecido la importación de las mismas y la actitud de un empresariado privado quizás miope, temeroso, o de repente ignorante de la existencia de un recurso humano formado en el país que pudiera insertarse en su proceso productivo.

La pesquisa de diseñadores industriales y de los artefactos producidos en nuestro país se convierte en un asunto fangoso, tomando en cuenta la dispersión de los egresados de los institutos que cursaron esta carrera, el hermetismo del empresario, el casi inexistente registro documental y la ironía: ¿para qué buscar diseño industrial en un país sin industria fabril?

Planteadas dichas condiciones, es posible decir que la tarea ha sido fragmentaria, encontrando piezas desperdigadas por aquí y por allá para armar una historia que se ha convertido en un auténtico rompecabezas.


2.      Cuestión de Identidad

La mecedora de Klaus Müller, fabricada artesanalmente
 en Paria, une maderas venezolanas y tejidos hechos
por manos indígenas. Foto: Dany Manzanares
La palabra identidad deriva del latín idem, que significa “lo mismo”, y de esta manera alude oposicionalmente a “lo diferente” o “lo otro” [2]. La identidad es un tema abordado por antropólogos, sociólogos y estudiosos de los fenómenos culturales en general, y usualmente es reducido en Latinoamérica a lo étnico y a las tradiciones populares.

Según Daniel Mato, las identidades son “producto de procesos sociales de construcción simbólica (...) son producto de acciones sociales y no de fenómenos naturales, ni tampoco reflejo de las condiciones materiales (...) y se construyen a partir de la lucha entre distintos actores por promover sus representaciones” [3].

“El trabajo de crear una cultura es una actividad permanente y relativamente inconsciente de toda sociedad, la cual resulta conflictiva debido a que diversos actores sociales compiten por imponer sus propias representaciones simbólicas. Dichos estudios permiten señalar que los actores más relevantes son: gobierno, medios de difusión masiva, movimientos políticos y sociales de diverso tipo y escala, líderes sociales, intelectuales, artistas y académicos, y que las maneras más prominentes en las cuales estos actores permiten su representaciones son: políticas, programas de educación y cultura, símbolos, ceremonias y discursos, presentaciones, exposiciones y festivales, promoción de ‘patrimonios culturales’, investigación y publicaciones en las historias y ciencias sociales, ‘literatura’ y otras publicaciones” [4].

Si tomamos en cuenta al diseño industrial desde la perspectiva cultural, en cuanto a disciplina proyectual para la producción de objetos (cultura material), podemos apreciarlo desde el punto de vista de la identidad, pescando los rasgos propios de la venezolanidad.

En el siglo XIX se produjo un proceso de conformación de la identidad venezolana, entendida como “caraqueñidad”, difundida como ideología oficial del Estado. En la siguiente centuria se produce el rechazo a la regionalidad o “provincianismo”, como rémora que impedía salto al progreso [5]. Después de la muerte del presidente Juan Vicente Gómez en el año 1936, los mandatarios que lo sucedieron, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, colocaron las bases de la democracia nacional sobre los hombros del discurso modernizador y centralizado en Caracas.
Butaca "Pampatar", diseñada por Miguel Arroyo en 1953.
Foto tomada de catálogo de Sala TAC

Estas ideas dieron pie a la bárbara transformación urbanística acometida en Caracas desde la década del cuarenta, pero que tuvo su apogeo durante los años cincuenta y sesenta. La capital se modernizó y creció, convirtiéndose en un imán que atrajo hacia sí un cúmulo poblacional que abandonó el campo para buscar trabajo y asentarse en “la ciudad”.

La década de los cincuenta fue momento de bonanza petrolera heredada del gobierno democrático del presidente Rómulo Gallegos, quien apenas doce días antes de su derrocamiento en 1948, firmó el ejecútese de la Ley de Impuesto sobre la Renta que consagraba el principio de repartición 50-50 de las ganancias petroleras, entre las transnacionales y el Estado. Esto significó para Venezuela por primera vez hasta ese entonces, la obtención de cuantiosos ingresos por la explotación de su subsuelo. Estas ganancias se evidenciaron en las realizaciones materiales del gobierno dictatorial que tuvo lugar entre 1948 y 1958, el cual se asentó en el llamado Nuevo Ideal Nacional (NIN), donde se le imprimió importancia a la modernización positivista del país, en donde la cultura y la ciencia fueron particularmente valorizadas.

La cultura era entendida “como la amplia formación intelectual de conocimientos adquiridos y procesados en los diversos campos del saber, la cual debía corresponderse con un alto nivel de instrucción formal. Posee una visión eurocéntrica, de acuerdo a la cual los países latinoamericanos deben verse en el de la ‘Cultura Europea’ y extraer de él nociones para su propio proceso” [6].

Esta admiración por Europa, como pueblo que logró levantar bases para el progreso, fundamentó en parte un proceso de inmigración selectiva, donde se privilegió la entrada de españoles, portugueses e italianos, principalmente.

El 23 de enero de 1958 se quebrantó la dictadura y se iniciaron los tiempos democráticos. En Venezuela se había iniciado la modernización del entorno físico, arrasando cerros y construyendo edificios, autopistas, distribuidores viales, puentes, hospitales, escuelas, aeropuertos, etc.. La búsqueda del “progreso” ha quedado inscrita en el inconsciente colectivo nacional, al igual como la admiración por pueblos considerados ejemplos de desarrollo, como Estados Unidos, al cual nos ha ligado el interés por el petróleo. (continúa)