Aviso publicitario en revista de arquitectura de los años cincuenta. |
De la mano de la arquitectura
El afán por diseñar objetos en Venezuela nace de la mano de los
arquitectos. Antes de la primera promoción de la Escuela de Arquitectura de
la Universidad
Central de Venezuela, egresada en 1949, la construcción era
acometida por los ingenieros y la producción objetual estaba en manos de
artesanos que dominaban las técnicas para “hacer” artefactos cuyas formas se
caracterizaban por seguir un patrón repetitivo y limitarse a cumplir la función
para la cual eran creados.
Se aprecia durante la primera mitad del siglo XX, una producción
objetual limitada y de aspecto rudimentario. En el caso del mobiliario, los
carpinteros y ebanistas, generalmente de origen español, eran maestros que
dominaban el trabajo en madera, pero creaban unas butacas de un estilo colonial
cónsono con la Venezuela
“atrasada”, cuyas riendas de poder estaban aferradas por el presidente Juan
Vicente Gómez.
Pues bien, ya mencionamos que después de 1936 se generó la chispa
modernizadora, expresada materialmente en las construcciones públicas. Esta ola
impulsó la creación de la
Escuela de Arquitectura de la Universidad Central
de Venezuela, dentro de la
Facultad de Ciencias Matemáticas (Ingeniería). La primera
promoción, compuesta por 11 graduandos, egresó en el año 1949, y fue formada
por maestros como Carlos Raúl Villanueva, Luis Malaussena, Cipriano Domínguez y
Luis Eduardo Chataing.
Para ese primer grupo de
arquitectos que estudiaron en el país, les fue difícil al principio
integrarse a los proyectos de ingeniería, pero el volumen de proyectos
impulsados por el Estado, permitió abrirles la oportunidad de trabajar en
conjunto con los ingenieros en el ámbito de la construcción en sí, sino de
extender ampliamente su campo de acción a los objetos, siguiendo la escuela de
Frank Lloyd Wright.
Esa es la razón por la que las primeras piezas de diseño tridimensional
venezolano salieron de las destrezas y las ganas de estos primeros arquitectos,
en forma de mobiliario para equipar oficinas públicas y privadas, así como para
residencias particulares, en un estilo moderno, contrapuesto a la tradición
colonial.
De este período resalta la importación de los primeros muebles de
diseño escandinavo e italiano, los cuales se presentaban como manifestación de
un estilo de vida moderno. De esa forma se enterraban las butacas coloniales
como símbolo de atraso.
En 1954 se crea Tepuy Compañía Técnica C.A. –TECOTECA-, para la cual Cornelis Zitman diseñó muebles principalmente en madera. Zitman fue socio de esta compañía que llegó a tener una fábrica con un catálogo de modelos y tiendas abiertas en Caracas, Valencia y Maracaibo, pero con la caída de la dictadura, se vió obligada a cerrar las puertas.
También en 1954
abrió sus puertas Compañía
Anónima Puente Yanes (CAPUY), inicialmente importadora, pero que a partir de
1965 inicia la fabricación nacional con inspiración en las líneas danesas.
De la experiencia
de Tecoteca, Zitman señala que pese a haber tenido una sustanciosa cartera de
clientes y un amplio catálogo, sus productos no podían competir a nivel de
costos con los importados, por lo que su idea de crear un mobiliario “que
pudieran adquirir nuestros obreros” [7], no fue posible.
Los muebles de
Tecoteca fueron principalmente consumidos por una emergente clase media,
conformada principalmente por profesionales con un buen nivel de ingresos para
ese entonces, que podían viajar y tener acceso a información proveniente de
otras latitudes, principalmente de Europa y Estados Unidos, justo el ideal
promovido a nivel ideológico desde el gobierno.
La Era del plástico y la fibra de vidrio
La democracia instaurada después de 1958 continuó la política del
concreto, la mezcladora y el buldózer. Otro aspecto interesante es que se
retoman las políticas nacionalistas de 1945-48 en el ámbito petrolero,
ubicándose la participación venezolana en las ganancias en una proporción
60-40, generando así la indignación de las trasnacionales y la bonanza económica.
Este cáliz que entra en el terreno de la artesanía artística lo hizo Argenis Madriz, primer venezolano que estudió diseño industrial y primer director del IDD. |
En 1964 es fundado el Instituto Neumann-Ince, para el cual el empresario –y visionario- Hans Neumann invita como director a Argenis Madriz, quien se hallaba en aquel entonces en los Estados Unidos, donde se formó como diseñador industrial gracias a una beca gubernamental.
Hay que subrayar que Madriz fue el primer diseñador industrial
venezolano formado como tal, y regresó a Venezuela a asumir la creación de este
instituto cuyo proyecto inicial lo concebía como un centro de formación de
diseñadores industriales, pero la realidad de la industria venezolana de aquel
entonces lo llevó a dirigirse hacia lo gráfico.
El Instituto
Neumann-Ince tuvo talleres para la creación de prototipos hasta la desaparición
definitiva de la mención Tridimensional en 1978. Desafortunadamente, no pudo
integrarse a la industria nacional, quedando como muestras del trabajo, algunos
objetos elaborados semiartesanalmente y prototipos. Los principales materiales
empleados, metal, plástico, fibra de vidrio.
De las décadas de
los sesenta y setenta es posible rastrear a través de los caminos de la
arquitectura, diseños puntuales para el equipamiento en el área de la
construcción y el mobiliario urbano, principalmente en plástico y fibra de
vidrio.
Por ejemplo, el arquitecto Carlos Vicente Fabbiani, quien fue profesor
en el Instituto Neumann, diseñó las escaleras y las duchas de Parque Central en
fibra de vidrio, un material que se exploró en diferentes proyectos. Con el
instituto de diseño, fue el promotor de la creación de un molde de ala para un
avión ultralivianode tracción sanguínea humana. El proceso de este proyecto lo
hizo en conjunto con los alumnos, siguiendo los parámetros exigidos en un
concurso internacional en el que participaron. Este proyecto fue duramente
criticado en su momento y desvirtuado históricamente, quedando como
consecuencia la mala fama del Instituto Neumann, como una escuela separada de
la realidad contextual venezolana.
Si hablamos de productos diseñados y fabricados en el país, Volarquete
es una muestra, producido por Corveplast entre los años 1975 y 1976. Esta
empresa, cuyo dueño era Enrique Puig Corvette, contrató al joven egresado del
Instituto Neumann, Leonel Vera, quien diseñó no solamente este juguete, sino
también el empaque y su gráfica.
Corveplast tenía
en aquel entonces la patente del plástico corrugado, material en el que fue
concebido este pequeño aeroplano. Relata Vera que esta iniciativa estuvo
enmarcada en el período de sustitución de importaciones, pero no resultó
exitosa, ya que aún siendo elaborada en un material relativamente barato, su
precio de venta al público no pudo competir con los elaboradísimos aviones
fabricados por las grandes empresas jugueteras internacionales, los cuales se
importaban en grandes cantidades en la Venezuela del “ta’ barato, dame dos”. El Volarquete se comercializó a
través de los Almacenes Militares, y fue una iniciativa absolutamente nacional.
De devaluación y descentralización, cambio de identidad
El llamado “Viernes negro”, acontecido el 18 de febrero de 1983, es un
día recordado como fatídico, por el anuncio de la devaluación del bolívar. La
moneda nacional se había mantenido estable con respecto al dólar por un período
de más de 20 años. La década de los setenta, además se había destacado por la
bonanza petrolera desaprovechada por gobiernos demagogos y populistas.
Pupitre diseñado en el país, reseñado en revista de arquitectura de los años 80 |
La llamada Venezuela Saudita estuvo repleta de “petrodólares” que
aprovecharon los venezolanos de los estratos medios y altos para el derroche. A
nivel económico el país continuaba definiéndose como dependiente de una
industria básica. Además del petróleo, durante los setenta no hubo otra
industria que destacase. En general se importaban lo más diversos productos y
servicios, puesto que el dinero circulaba generosamente. El Estado intentó
ejecutar medidas proteccionistas hacia la industria manufacturera nacional
tales como: aranceles sobre los bienes importados y subsidios a los empresarios
nacionales, que en vez de resultados positivos, obtuvo corrupción e incentivó el facilismo.
El diseño gráfico fue privilegiado indirectamente con la devaluación,
ya que la industria petrolera, las agencias publicitarias y las instituciones
culturales estatales -que para ese período se estaban multiplicando-, invertían
en producción gráfica que iba desde señalización, publicaciones y carteles,
entre otros elementos.
Estante Antena de John Gornés: hierro y vidrio |
La situación del diseño industrial fue muy diferente. Ante la
inexistencia de una industria manufacturera, no tuvo campo en el que
desarrollarse. Sin embargo, se produjeron algunas piezas tridimensionales
únicas o en pequeñas series de factura semiindustrial para equipar proyectos
arquitectónicos y de ingeniería. En este sentido trabajaron empresas como
Duplex Industrial en las butacas creadas especialmente para la Sala Ríos Reyna del
Teatro Teresa Carreño en Caracas, o Herning Oloe en el diseño de gran parte del
equipamiento de la primera etapa del Metro de Caracas.
Diversas fuentes
señalan la década de los ochenta como el momento del aluminio, ampliamente
utilizado en ese entonces por quienes se arriesgaban a producir pequeñas series
y distribuirlas en comercios convencionales o en nuestras primeras tiendas de
diseño, como “Antena”. Como muestra de este momento se cuenta la mesa de
computadora de dos y tres niveles de Micost [8].
Portarretrato "Thor" diseñado por Conrado Cifuentes en 1991, producido por Otai Design: acero y vidrio. |
Un caso interesante han sido los asientos diseñados a finales de los
ochenta por el arquitecto de origen estadounidense Emile Vestuti. Su silla de
paleta, que toma la forma de la popular silla artesanal larense es el producto
“hecho en Venezuela” que más contacto tiene con lo tradicional, incluso propiciando la discusión
referente a la integración del diseño a la artesanía, aspecto que pudiera ser
de interés para un gobierno como el actual [9].
Quizás
esta es una de las vías por la que pueda emerger el diseño venezolano, a través
de la contribución con los productores típicos en cada región, y favorece a ello
el proceso de descentralización que se inició en 1989. Según Eduardo Barroso
Neto: “Estos productos tienen gran importancia porque junto con la artesanía
tradicional pueden formar una mezcla de productos, apoyándose mutuamente. Para
estos productos típicos la mejor intervención es la propuesta de sistemas de
promoción y de sumarle valor agregado, incluyendo empaques, etiquetas, rótulos
y campañas publicitarias, stands de ventas y todo tipo de material promocional.
Otro apoyo importante en este segmento esta relacionado a optimizar y
modernizar los procesos de producción, incorporación de nuevas tecnologías,
reduciendo etapas en el proceso, disminuyendo tiempos, y mejorando la calidad” [10].
Para autores como Enrique A González Ordisgoitti, desde las elecciones
regionales en 1989, se está replanteando en Venezuela la noción de identidad,
ya que desde ese entonces se cuestionan los supuestos centralizantes, y lleva a
replantear la idea de nación y de lo venezolano, concibiéndolo desde la
diversidad y la riqueza que otorgan las culturas locales en el interior del
país.