Al cierre del Festival de la Lectura Chacao: LA TRADICIÓN DEL DISEÑO EDITORIAL EN VENEZUELA

La 1era y la 2da edición del Diccionario de Historia de Venezuela editado por la Fundación Polar ganaron Medalla de Oro (1989) y Letra de Oro (1999), respectivamente,  en Leipzig.

El domingo 1 de mayo clausuró la feria del libro que da pie para recordar la trayectoria nacional en el diseño editorial.


Nuestra cultura del diseño está asentada en una tradición editorial que ha sido reconocida fuera de nuestras fronteras con galardones que van desde la Medalla de Bronce obtenida por Imposibilia en la “Exposición Internacional del arte del libro” de Leipzig en 1971, hasta el “World Cookbook Awards” que mereció en 2014 la publicación Mango verde, maduro, pintón o los libros diseñados por Juan Fernando Mercerón que acaban de ganar en sus categorías en el II Premio Latinoamericano de Diseño Editorial.

Extraño récord para un país con una población que mayoritariamente no lee más allá del diario Ultimas Noticias, según mis observaciones empíricas en la calle.

En gran parte los inicios de la tradición del diseño editorial venezolano fue  impulsada por Gerd Leufert, quien en doble labor como creador y promotor, inició la costumbre de enviar su trabajo a diferentes convocatorias internacionales como una manera de recibir apreciaciones sobre lo que hacía, además de la intención de colocar el diseño local en el escenario mundial. En el catálogo Venezuela en Leipzig de la exposición homónima que tuvo lugar en la Sala TAC, la curadora Carmen Alicia di Pasquale escribió un texto que recorre la trayectoria de nuestros diseñadores en esa plaza hasta el otorgamiento del premio Gutenberg a Alvaro Sotillo en 2005. En una entrevista que le realicé en diciembre del año pasado, Sotillo considera notables las tres Letras de Oro obtenidas en Alemania en estos 45 años.

En nuestra historia del diseño se ha valorado el ámbito editorial –al que se le ha agregado en los años recientes la emblemática-, en detrimento de campos que también ha tenido cierta resonancia como el  diseño en la publicidad, aún inabordado por culpa de algunos prejuicios incubados desde los años sesenta que puedo comentar en otro post.

Para nuestra historia del diseño gráfico ha sido importante el aporte de las empresas petroleras en el desarrollo de la industria editorial con las revistas Shell, El Farol y Tópicos, así como el encuentro entre los artistas visuales y los intelectuales que pensaron y construyeron una cultura del diseño moderna en el siglo XX. Nuestros museos producían catálogos increíbles que han menguado hasta convertirse en folletos por la mezquina asignación de presupuesto a la cultura durante los años recientes. Sin embargo me consta que los diseñadores de Fundación Museos Nacionales persisten en la labor de brindar dignidad visual al material que se entrega al público.

Incluso en la empresa privada el diseño editorial experimentaba y se arriesgaba: era notorio en las publicaciones de la Fundación Polar y la Fundación Bigott. En este sector los impresos también se han ido reduciendo, no sólo por la escasez de papel y tinta, sino por la crisis económica.

El mundo editorial ha cambiando

El libro de Ictiología Marina editado por el Conicit,
diseñado por Alvaro Sotillo e impreso por Editorial Arte,
obtuvo premio de honor (1982) en Leipzig.
En una entrevista que realicé a Masa a principios de este año, comentaba que aún en el año 2005 publicaba libros por su importancia para constituir portafolio. Sin embargo, reconoce que esa tendencia ha ido cambiando, ya que los contenidos han ido migrando hacia los soportes digitales ante la aparición de dispositivos como las tabletas en el 2010.

Para Andrés Rincón, socio y director de MBLM en Venezuela, ya tenemos muy buenas piezas digitales, ya estamos adentrándonos en el mundo de las aplicaciones, pero “todavía no estamos a la par de lo que hacíamos a nivel de impresos, y creo que es porque nos quedamos en el tiempo, entonces bueno, para nosotros el impreso sigue siendo importante, pero para el resto del mundo va mermando”.

Ante los cambios tecnológicos y de tendencias de los consumidores que están planteadas en la actualidad, la tradición de excelencia del diseño editorial venezolano puede darse el lujo de impulsar áreas emergentes en nuestro país como el diseño de fuentes tipográficas y el diseño con tipografía que están despertando mucho interés entre nuestros diseñadores.

Venezuela ha cambiado

La desaparecida editorial Armitano
producía libros de lujo, como éste que
compré en la feria este año.
Ha sido importante la tradición del diseño editorial, pero curiosamente hay déficit de publicaciones sobre el diseño venezolano, aplicándose el famoso dicho de la casa del herrero. Por otra parte, la crisis económica ha ido afectando la industria editorial.

Para José José Villamizar, quien en el año 2012 se aventuró en editar por su cuenta Venezuela CMYK-Marcas, el tema editorial está actualmente muy golpeado a pesar de que hay diseñadores editoriales que siguen haciendo algunas cosas: “No sería este momento histórico venezolano el que permita que se esté desarrollando de la mejor manera”, considera.

Comenta Zilah Rojas, diseñadora editorial que ha ganado premios con títulos como Ciudad Bolívar no te muevas que te voy a disparar, “que los costos ahorita están tan altos, que bueno, imprimir un libro es una locura. El precio que te queda al final es una cosa que no puedes vender.  O sea, ahorita, por lo menos lo que yo manejo es gente que tiene galerías afuera e imprimen en Venezuela. Yo trabajé todo el año (2015) con tirajes de mil, las galerías producen tres a cuatro folletos al año. Mira, se está imprimiendo, pero eso depende de las imprentas. Hay imprentas que importan su propio papel”.

Este es uno de los títulos del Colectivo La Mancha.
La producción ha bajado, no se ha detenido. La crisis incluso está empujando hacia el formato digital a los diseñadores afectos al chavismo como los del Colectivo La Mancha, ganador del premio CENAL  con  la colección La buena calle. Oscar Sotillo, propulsor de La Mancha indica que siempre destacaron por su planteamiento del diseño al estilo “arte povera” a dos tintas, de libros muy simples con sobriedad tipográfica.

Los problemas económicos del país se están reflejando en las imprentas, y por ende, en la materialidad del libro. Hay editoriales como los libros de El Nacional que están concentrándose en el formato digital, y quizás otras editoriales inicien el cambio. En el Festival de la Lectura de Chacao desde hace dos años ya no encuentro novedades sobre diseño de la Gustavo Gili, Taschen o Trillas y noto que ha aumentado la venta de revistas y los libros usados. Por otra parte, el  mercado editorial foráneo está transformándose ante los retos tecnológicos. En Venezuela también está experimentando mutaciones, pero por razones distintas, y esto afecta al ejercicio del diseño. Como en las crisis se pueden hallar oportunidades, tengo la certeza de que será para bien.