Antonio Quintero: TESTIMONIO DEL DISEÑO GRÁFICO DE LOS AÑOS OCHENTA


Egresado de la Neumann, pasó por el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, fue irreverente en la revista Estilo, hasta que finalmente halló una divertida senda creativa en la publicidad. 


Llegué al sitio de la entrevista y nos sentamos en una terraza adonde llevó un libro y algunos ejemplares de la revista Estilo.

Se trata de Antonio Quintero, quien estudió en el Instituto de Diseño Neumann entre 1975 y 1979, momento en el que se iniciaron los conflictos asociados a las deficiencias del Ince, entidad a la que la Fundación Neumann había entregado su administración. Más adelante, la Fundación volvió a encargarse de la escuela.

Cuenta Quintero, que tan pronto como se graduó comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional, pero a los dos meses fue convocado por el maestro John Lange para trabajar en el departamento de diseño del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, donde permaneció durante 6 años. 

Durante el período en el que laboró bajo la supervisión de Lange, quien se desempeñaba como asesor del museo de Sofía, tuvo bastante libertad creativa, la cual contrasta con el estilo de Nedo, quien ingresó acompañado por Luis Giraldo luego del retiro de Lange. Para ese momento el volumen de trabajo era considerable porque no sólo se diseñaba para la sede de Parque Central, sino también para las salas externas, como la Cadafe y la Ipostel.

Quintero percibió una gran diferencia al trabajar Nedo, en el sentido de que el carácter de éste era superpedagógico: “Nedo partía de que nada estaba bien, había que cuestionarse, darle la vuelta a las propuestas. Era un hombre de rigor al que no se le pelaban ni los pequeños detalles”.

Nedo tenía un taller en Chuao y Antonio Quintero lo recuerda en la mesa de dibujo jugando con el lápiz en la mano. Le daba vueltas y vueltas, pero cuando lo posaba sobre el papel, era absolutamente certero.

De alguna manera la historia del diseño gráfico se une a la de las imprentas, y en ese sentido relata Antonio Quintero que durante su estancia laboral en el museo, lo mandaban donde Javier Aizpúrua, y de cierta manera “Editorial Arte era como una familia y yo era como el sobrinito, y entonces me decían, mira, esto no se hace así, sino asao, y vas para allá y hablas con Roco… y así se manejaban las cosas. Imagínate, estaba recién graduado y como fascinado porque me enseñaron infinidad de cosas”. También recuerda haber ido con cierta frecuencia a una imprenta suplementaria para los folletos y tarjetas de invitación que se llamaba Impresos Rubel.

Venezuela analógica y alterada

El libro que me mostró fue Venezuela Alterada (1989), el cual exhibe las últimas fotografías de Daniela Chappard. Luego del fallecimiento de ella, Antonio Quintero mantuvo una excelente relación con su padre, Bernard, a quien apoyó diseñando para la fundación que creó en homenaje a su hija para concienciar sobre el contagio del Sida y para promover la fotografía.

La publicación Venezuela Alterada nació de un abanico de fotos y una serie de frases de personalidades relevantes del país que debían relacionarse. Así se armó este libro que fue impreso en Intenso en la era analógica: ”Recuerdo que llegaban las galeras y no estaban montadas como era y entonces uno recortaba línea por línea y hacía los montajes a mano, tocaba recortar palabritas en la mesa de luz para que la cosa quedara como uno quería”. 

Estos detalles actualmente suenan complicados, pero fascinantes. La diagramación del libro posee en varias páginas una inclinación que también era hecha manualmente, porque la fotocomposición no daba para ello. Al final el diseñador resolvía con la hoja milimetrada, el exacto, el Rubber Cement, la escuadra y mucho ojo.


Paso por el Instituto de Diseño Caracas 

Antonio Quintero fue profesor de diseño gráfico y lettering en el recién creado Instituto de Diseño Caracas, en la época fundacional con Carlos Márquez y Fredy Balza en el timón. Recuerda que el pensum incluía herramientas que eran perfectas para aplicar en una agencia de publicidad, como la técnica para trabajar con marcadores, que en aquel momento formaban parte del día a día


En la Cuadra Creativa terminó con Estilo

“Me fui del museo y comencé a trabajar freelance en mi casa, hasta que llegó una amiga que tenía una oficina en la Cuadra Creativa, y me fui para allá, que era el sitio ideal para estar como diseñador, porque no era ni remotamente lo que existe ahorita. En aquel momento, las oficinas estaban ocupadas por productores de música, audiovisual, fotógrafos, ilustradores”, recuerda Antonio Quintero.

Jimmy Teale creó ese espacio dominado por un edificio de acabado industrial en torno a un frondoso jardín con la idea de reunir únicamente a profesionales que ofrecieran servicios para la publicidad. “Cuando llegué no conocía a nadie, pero el sitio estaba concebido para la convivencia, en el café se conocía lo que hacía cada uno”.

Entonces Carlos Eduardo Plaza llegó y alquiló una oficina allí, ya Quintero le había dado clases en el Instituto de Diseño Caracas. “Nos encontrábamos en la cafetería y me hablaba de su proyecto, que quería hacer una revista de moda, arte y fotografía, y ese era un momento muy particular en el país, y le dije: esa revista la tengo que hacer yo, vamos a echarle pichón”.

Sylvia Briceño, Sara Maneiro, Tatiana Acosta y Juan Carlos Bertorelli formaron parte del equipo de esa primera etapa de la revista Estilo. Todos eran chamos y tenían muchas ganas de hacer cosas innovadoras.  Este relato lo detengo aquí, porque dedicaré un próximo artículo completo a la Estilo.

En el mundo publicitario 

La experiencia de Antonio Quintero se completó cuando entró a Leo Burnett, porque “la publicidad era una posibilidad para el diseñador bien enriquecedora y muy divertida”. John Moore fue su compañero de trabajo y lo ayudó mucho en su crecimiento profesional: “me enseñó a dibujar, cómo se hace una perspectiva, un story board o una maqueta”, relata.

Luego de un año en la agencia publicitaria pasó a AMP (Aldrey, Machado y Pinilla), el estudio de diseño previo a Image & Retail, en el que aún trabaja y combina con otros proyectos creativos, algunos de ellos de índole personal, como un libro escrito e ilustrado por él que ha surgido del taller "Nombrar, decir, articular" de la Sala Mendoza.