En febrero del 2006 entrevisté a John Lange porque estaba investigando sobre el Instituto de Diseño Neumann. Se ha escrito sobre su obra como diseñador, pero poco sobre sus nexos con el IDD. Les comparto parte de su testimonio, como una pieza invaluable para la historia del diseño venezolano.
Corría el año 1964. Venezuela estrenaba presidente: Raúl Leoni, quien estuvo al mando de un país que mantenía un ritmo acompasado de modernización y crecimiento.En ese entorno surgió un proyecto educativo de avanzada: el Instituto de Diseño (IDD), primero de esa índole en nuestro país y tercero en Latinoamérica, impulsado por el empresario de origen checo Hans Neumann, quien vino huyendo del régimen comunista junto a su hermano, esposa y un hijo pequeño, tan sólo con la ropa que llevaban puesta y una fórmula química que originó el negocio que le daría fortuna: Pinturas Montana, que creció y diversificó hasta formar el Grupo Corimón.
John Lange conoció a Hans Neumann en el taller de la Nena Palacios en los años cincuenta. Ese era el sitio de reunión de todos los artistas relevantes de la ciudad y parada obligada para toda personalidad del mundo de la cultura internacional que nos visitaba. “Yo conocí a Hans en el taller de la Nena y nos hicimos amigos y yo lo admiré mucho, porque era un gran conocedor de arte. Tenía una colección realmente notable, de primera. Tenía de Picasso para abajo, una colección muy bien seleccionada. Era un hombre con un criterio artístico muy fino. También era amante de la música, como yo, compartíamos muchos gustos. El estaba muy pendiente de todo el movimiento plástico en el país y le dio muchas cosas, fue un verdadero mecenas, por eso yo lo estimé. Fue un personaje al que Venezuela le debe mucho, porque entre otras cosas, el contribuyó con Sofía Imber, para la colección del museo. Era un personaje realmente generoso y capaz de intentar cosas, era un gran inventor. Creó el instituto y un grupo de empresas, era un capitán”.
Hans Neumann |
La admiración que sintió Lange hacia Neumann es genuina y se ha mantenido intacta luego del fallecimiento del industrial, el 11 de septiembre de 2001, sí, el mismo día del atentado al World Trade Center, lástima, porque el ataque en Nueva York opacó la trascendencia de esta pérdida para los venezolanos: “Aunque nunca perdió su acento checo, era un gran conversador, de manera que todo lo que te puedo decir sobre Hans es bueno, porque era como un segundo padre, fue el hombre que me dio estímulo, que confió en mí como diseñador”.
Aunque Lange trabajaba free lance, obtuvo durante 35 años encargos provenientes del Grupo Corimón. Entre ellos estuvo la Revista M, además de impresos para Resimón, Cerdex o Montana Gráfica y los fabulosos libros que se producían como regalo corporativo anualmente. “Hice por lo menos 20 libros, todos interesantes como el de la Historia de la Publicidad en Venezuela” de Antonio Olivieri, relata.
Una escuela como reflejo de un país
John Lange afirmaba que Hans Neumann pensó en el Instituto de Diseño en función del desarrollo del país, y por eso nació con dos ramas, gráfico e industrial, aunque lamentablemente la segunda no cuajó, “porque era muy costosa, porque no habían suficientes profesores para el diseño tridimensional y tampoco había la posibilidad de tener los laboratorios para desarrollar la especialidad. Hubo una serie de pequeños fracasos, y cuando entré como director propuse que se eliminara la mención porque no había la manera de hacerla funcionar de forma digna”, explica Lange, quien sin embargo señala que el instituto fue una experiencia muy positiva en todo sentido.Cortesía de Carlos Cruz-Diez |
En el momento en el que es fundado el IDD la única escuela de artes era la Cristóbal Rojas, que en 1958, bajo la dirección de Luis Guevara Moreno, abrió un taller de artes gráficas en la que dictaban clases nada más y nada menos que Pedro Angel González, Carlos Cruz-Diez y Gerd Leufert. De esa única experiencia se organizó en 1960 una exhibición de las entregas finales de los estudiantes que llamó mucho la atención a los medios de la época, señaló el maestro Cruz-Diez en un mensaje por correo electrónico enviado en 2015.
Esa experiencia no se repitió y quedó un vacío formativo que terminó asumiendo el IDD. Cuenta John Lange que Hans Neumann tuvo que ver mucho con la creación del pensum de estudios, porque conocía muy bien las necesidades del país, además de que mantenía estrecho contacto con el mundo artístico. El se rodeó de selecto un grupo de creativos que lo asesoró.
“Yo trabajé en el instituto desde los inicios, dando las primeras clases de Diseño Editorial. En esos primeros grupos estuvieron Ana María Mazzei, Margot Römer, William Stone, Rolando Dorrego, José Antonio Quintero y Teresa Casanova”, antes, había sido profesor de diseño editorial en el Inciba. De aquel período recuerda: “estuve un año solamente (en el IDD) porque tenía otras cosas que hacer. En ese entonces yo tenía muchísimo trabajo, pero luego, en 1979 me llamó nuevamente Johann Ossot para que lo acompañara como coordinador docente”.
Al poco tiempo sobrevinieron conflictos al traspasar el IDD al Ince, salió Ossot de la dirección y lo siguieron en el cargo efímeramente Karl Lehoffer y Augusto Moreno (un funcionario del Ince que nombraron director encargado), y luego Efraín González entre 1980 y 1981. González, que es diseñador industrial egresado del IDD en 1970, padeció el pináculo de esta crisis, con todo y cambio de nombre de la institución a “Centro de Diseño Ince”, aunque su comunidad no dejó de llamarla “la Neumann”.
La gestión de González estuvo preñada de problemas, entre el déficit presupuestario y el descontento de los profesores por las fallas en sus pagos, lo cual llegó al colmo con una situación de “secuestro al director”. En el ínterin, se negociaba con la Fundación Neumann que acogiera nuevamente la escuela hasta que a finales de 1981 se logró una conciliación en ese sentido y el nombramiento de John Lange como director.
Folleto de exposición del IDD en el Museo de Arte Contemporáneo. |
Lange rememora: “Una cosa que hice cuando fui director del instituto (entre 1982 y 1988), es que empecé a traer como profesores a ex alumnos que habían sido brillantes y tenían training de trabajo. Entre ellos estuvo Sigfredo Chacón, Pedro Mancillla, Kika Alcega, que venía de Londres, Patricia Van Dalen, que daba color a nivel de primero y segundo año, quien había estado trabajando en París. Llamé a Teresa Casanova, en fin, un grupo de personas que habían sido estudiantes y regresaron como docentes… Cuando me voy del instituto era porque tenía mucho trabajo en Editorial Arte, me salgo por eso y porque sentía que el IDD ya estaba en una situación muy crítica, muy compleja. La situación económica era muy difícil, no habían los suficientes ingresos para mantenerlo como se quería, el nivel de los profesores no se podía sostener. En fin, hubo una serie de problemas por los cuales yo renuncié”.
El psiquiatra Carlos Marchiani fue su sucesor en el IDD, que era una bomba de tiempo que terminó por explotar en sus manos. De la detonación nació Prodiseño, y parte de esa historia la relato en el post: http://www.disenoenvenezuela.com/search?q=prodise%C3%B1o
Mariví Frías fue una de las estudiantes que optó por quedarse y “ayudar a que el IDD se mantuviera a flote”. Frías cuenta que Marchiani apenas duró unos meses como director, y luego de él Miriam Orta de Salas asumió el cargo.
Para John Lange la historia fue distinta, pues pasó a ser asesor de diseño del Museo de Arte Contemporáneo en 1989 y en 1990 fue nombrado director de diseño del Centro Cultural Consolidado, donde realizó diseño editorial, museográfico y hasta escenográfico. En 2003 inició el trabajo en la sala Trasnocho Arte Contacto, donde en 2007 se hizo una retrospectiva de su labor creativa titulada John Lange. Reseña de una estética personal.
A lo largo de su recorrido profesional ha recibido reconocimientos de diversa índole. Entre ellos está el capítulo “El súper-estético John Lange”, escrito por la crítico de arte Marta Traba para el libro Mirar en Caracas (Monteávila, 1974), una distinción del Art Directors Club of Metropolitan (Washington) y una medalla de bronce en 1989 de la Feria internacional del arte del libro de Leipzig.