Testimonio de una pionera: “EL AMOR POR EL ÁREA EDITORIAL VIENE DE FAMILIA”


Soledad Mendoza es diseñadora autodidacta, nacida en Colombia, hija del abogado y diplomático Plinio Mendoza Neira. Vino junto a su familia a Venezuela en 1950 a raíz de las revueltas originadas por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Su familia retornó a Bogotá, mientras ella permaneció en este país, en el que se transformó en una de las pioneras del diseño de información. Esta entrevista fue realizada en 2009 y decidí dejarla como un relato en primera persona.


Exiliados en Venezuela


Llegué junto con mi padre y madrastra exiliados a Caracas en marzo de 1950. Tenía 14 años de edad en aquel entonces. Mi hermano Plinio en ese momento ya estudiaba en París, donde hizo dos carreras, entre ellas, diseño. Somos 7 hermanos, de los que soy la cuarta. De ellos Plinio Apuleyo, Consuelo, Elvira y yo nos hemos dedicado al periodismo, la edición y el diseño.

Debimos salir de Colombia a raíz del Bogotazo. Mi padre almorzó con Gaitán momentos antes del asesinato, iban a ponerlo preso y acudió a la embajada de Venezuela, donde le dieron asilo.

Mi padre ya había estado como diplomático acá durante la presidencia de Isaías Medina Angarita. Hizo muchos amigos en este país, como por ejemplo, el hijo de Mario Briceño Iragorry quien vivió durante un tiempo en nuestra casa en Colombia.


Plinio me enseñó a diagramar cuando yo estudiaba bachillerato. Luego mi papá me pidió que lo ayudara en la editorial en la que publicamos un libro titulado Así es Caracas, diseñado por Guillermo Heiter. Ese libro ha sido inspiración para mí e hice una reedición en 1980.

Recuerdo a Heiter porque fue el que comenzó a trabajar con mi papá. Vivía cerca de nuestra casa en La Florida y nos visitaba mucho. Mi papá era abogado, pero ya editaba en Colombia un periódico muy conocido llamado Sábado, en el que colaboraron Sofía Imber y Guillermo Meneses, por cierto.

Sábado era un periódico político-literario. Se imprimían 100 mil ejemplares que se distribuían en toda Colombia. No había ni una sola devolución, por eso sólo nos quedaba un ejemplar de cada número para la colección, porque teníamos el problema de la guerra y había escasez de papel. La gente en el interior hacía cola a caballo para buscar su edición. Por lo tanto puedo decir que la tradición editorial viene de familia. Ese fue un proyecto muy importante en América Latina.

Mi papá siempre invitaba en nuestras vacaciones a sus amigos escritores y se caían a versos durante todo el desayuno. La influencia fue tal que sus hijos nos hemos dedicado de una manera u otra al área editorial. Por ejemplo, Plinio escribió su primer libro a los 12 años, que se llamaba Mis primeras palabras.


Inicios en el diseño


Yo estaba de vacaciones y estaba Plinio aquí y entonces él me enseñó a diagramar, a trabajar con los clichés porque él tenía una escuela bastante buena.

De mi hermano aprendí el buen uso de los blancos y con mi papá la importancia de la fotografía. De hecho mi trabajo es muy gráfico y la fotografía juega un rol importante, de hecho tengo un hijo que es fotógrafo, Carlos Beltrán.

En la casa, los sobrinos también trabajan en el área. Consuelo, mi hermana ha hecho muchísimas publicaciones en Colombia.

De pequeña tenía inclinación por el dibujo. Recuerdo un trabajo sobre la industria en Colombia para el que agarré una cartulina sobre la que coloqué granos de café y la hice muy llamativa, todos le hacían dibujitos y yo le hacía cosas distintas.

También recuerdo que había una imprentita cerca del teatro de San Bernardino (Caracas). Levantaban los textos a mano ¿sabe lo que es eso? Hacían folletos, cosas pequeñas, pero era increíble ver al tipo agarrar los tipos, cosa rara, porque lo usual era la linotipia.

Yo supervisaba el diseño en imprenta y obviamente mandaba a repetir los títulos y los textos si no quedaban bien o no me gustaban y claro, viví todos los procesos, pero ese fue excepcional, porque era casi de Ripley.

Estudié en el colegio francés y también aprendí inglés. Fui ahorrando desde jovencita y me fui para París con esa plata. Me salieron a recibir Plinio y Gabo, con quienes fui para Alemania. Estuve en Europa hasta que se me acabó el dinero. Me salvó durante meses una pulsera de morocotas de oro que iba sacando y cambiando en el banco..

Cuando regresé, mi primer trabajo fuera de la editorial de mi padre fue en la revista Páginas, de la Cadena Capriles, donde mi hermana Elvira trabajaba como periodista. El trabajo en Páginas fue algo muy bello, la dirigía Sergio Antillano, yo era muy niña y le discutía portadas y todo. El me aceptaba las ideas. Teniendo algunos meses, me mandó a Grabados Nacionales y me dijo “Solita, si tienes algún problema avísame y yo voy a ayudarte”. Es decir, el tipo que creó la escuela de periodismo en Venezuela me aceptó trabajar siendo tan jovencita. Era muy inteligente, era una maravilla, le hacía caso a una pelagata de 17 años, pero que hacía el trabajo bien, si hubiera sido otro, me manda a la porra.



Lo mejor es que también trabajé para Pablito Antillano para la revista Escena. Creo que es lo mejor que he diseñado, por la libertad para trabajar. La portada siempre dependía de la selección de una foto.

Después diagramé la revista Bohemia y también trabajé como periodista en Séptimo Día, Viasar y en Pandora. Debo decir que yo no laboré en Momento. Allí estuvieron Plinio, Gabo (Gabriel García Márquez) y Karmele Leizaola, a ella la buscaban siempre para hacer equipo.

En ese momento los diagramadores no nos conocíamos, pero sí tuve contacto con Karmele cuando trabajaba para Momento con Plinio y Gabo. Ellos la buscaban, la llevaban o yo la llevaba a su casa. Se cimentó una relación de amistad. También debo decir que no era tan contemplado el diseño en esa época. No lo consideraban, te cortaban las páginas, te las cambiaban de repente y había que volver a trabajar.


Esposa, madre y diseñadora


Me he casado tres veces y prácticamente el primer divorcio fue porque a él no le gustaba que yo trabajara, aunque en reuniones él se jactaba de que yo había hecho tal cosa y la otra, pero en verdad le molestaba.

A él no le gustaba que yo llegara tarde, sobre todo cuando trabajaba en El Nacional, en aquel momento tenía a mi hijo menor pequeño, me quedaba con él hasta las 10 de la mañana, lo llevaba al parque, me regresaba con él, lo dejaba, salía al periódico. A mediodía iba a ver si el niño había almorzado, regresaba a montar el periódico, a la casa otra vez y a las 8 de la noche iba al periódico a supervisar la impresión. Claro, esos horarios no eran fáciles.

Cortesía Archivo El Nacional
Lo primero que hice para El Nacional  fue el suplemento Séptimo Día, que era muy lindo, porque era presentar un tema desde distintos ángulos. Allí además tuve la suerte de estar al lado de excelentes periodistas.

Gráficamente le daba gran importancia a la foto de portada, tras hacer una evaluación con el fotógrafo para seleccionar la imagen que resumía mejor el tema y que diera un golpe de vista título-foto. El efecto en periodismo se alcanza cuando hay una relación fluida entre director y diagramador.

También trabajé junto a Simón Alberto Consalvi, en El Nacional y lo recomendé a De Armas. Recuerdo que tenían un director malísimo, español. Entonces fui donde De Armas el viejo, al que todos le tenían miedo y le propuse al mejor periodista del país, para Bohemia.

Como cosa curiosa recuerdo que diagramé una revista hípica llamada Turf, que era sobre las carreras y los datos de los caballos. Era más gráfica que la Gaceta Hípica.

En este trabajo considero que es muy importante la tipografía. Aprendí mucho sobre ella en un libro en francés que era una maravilla. Ojalá se lo leyera mucha gente que hace diseño actualmente. Tenía las cosas básicas. La letra recta, la Arial. La Futura, que no se puede utilizar como letra de lectura porque el ojo se cansa, es mejor para leyenda, para texto no, porque el ojo se agota.  Las líneas irregulares son mejores. Ese libro era un manual de diseño. Los libros se leen con textos no mayores de 30 picas porque el ojo se pierde. Las revistas actuales pecan de errores, hay algunas que son ilegibles, porque ponen Futura, que es muy linda porque es muy limpia, pero no debe ponerse para texto, siempre se pone el Bodoni, Times New Roman. Con 30 picas el ojo no devuelve. La tipografía es importantísima. Ese libro era el Abecé.

 

Una caja de Pandora


La cajita de Pandora, que era el icono que identificaba la publicación que dirigí la tengo yo. La trabajé fotográficamente en alto contraste. Pandora era muy original, una revista femenina que trataba un tema semanal. Circulaba los sábados con El Nacional.

Siempre me he divertido muchísimo con mi trabajo, porque ha sido inventar cosas, hacer algo distinto, además, me colaboraba toda la gente. Realmente es muy grato porque me ha permitido conocer personas de diferentes espacios sociales.


  

Con Zapata también trabajé en el Sádico Ilustrado, donde nos pagaban con almuerzos en Sabana Grande. También en esa época conocí a Marianela Salazar. En el Sádico nos divertíamos mucho. El concepto de diagramación fue de ella. Hacíamos muchas reuniones, muy divertidas, en las que todos opinaban. Ante todo había una cuestión periodística.

Luego me dediqué a hacer libros con la editorial Diagrama, los diseño yo. Yo estaba haciendo  Viasar  y entonces decidí que mejor me dedicaba al área editorial, me puse a producir por mi cuenta. Los libros los hago yo, y busco los mejores escritores: Arturo Uslar Pietri, Antonio Arráiz, Mario Briceño, Virginia Blanco, etc.., los más importantes escritores han trabajado en mis libros, que son regalos corporativos, los compra una entidad y la otra parte los dejo en librerías. Los bancos son los principales clientes. Siempre he trabajado con la temática de Venezuela, el poder industrial, los pintores.

 

De lo manual a la computadora

La computadora es una maravilla. Yo no sé hacer cuadrados, se me ponen feos, así que fue magnífico que apareciera en nuestras vidas. Manejo la computadora, pero lo malo es que me acostumbré a trabajar con Page Maker que es obsoleto.

Imprimo siempre en Bogotá porque es gente muy profesional y responsable. Acá en Venezuela falta mucho en el área de la imprenta.