EL MUSEO DEL DISEÑO EN TIEMPOS REVUELTOS


El MEDI cuando tenía rotuladas en su fachada, las marcas de Félix Beltrán.

En una entrevista concedida al diario La Razón, el maestro Carlos Cruz-Diez relató que a principios de los años 90, cuando el gobernador de Caracas Virgilio Avila Vivas le propuso crear un museo y ponerle su nombre, él le respondió que la ciudad requería un espacio para la estampa y el diseño. Entonces, en plena avenida Bolívar, se adaptó el edificio de tres niveles concebido por el arquitecto Horacio Corse para albergarlo.

Tras veinte años de existencia, la institución no posee una publicación o algún texto que cuente su historia. Se sabe que la dirigieron primero Pilar Pérez Baldó y Katherine Chacón más adelante, en gestiones fructíferas que amainaron luego de la salida de Chacón. Entonces sobrevino el “período oscuro” con una serie de directores efímeros. No obstante, la mística de los empleados prevaleció, y el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez (MEDI) mantuvo sus actividades a la vez que aguantaba los avatares de la revolución bolivariana.

Más adelante, a su costado se erigió el Museo de la Arquitectura (Musarq), mientras que frente a su entrada principal construyeron un conjunto de edificios de la Misión Vivienda. En la actualidad, pese a tener muchos vecinos y entrada libre, las salas del museo suelen tener pocos visitantes. Irónicamente, el chavismo se encargó de ahuyentar al público asiduo a los museos y no logró atraer al “pueblo” hacia ellos.

Los montajes que están abiertos actualmente ya tienen tanto tiempo en las salas que se han convertido en exposiciones fijas y recién me entero sobre un proyecto que inaugurará este año. Se trata de un proyecto que mostrará ejercicios tipográficos realizados por estudiantes de diseño, que viene fraguándose desde hace tiempo y por fin saldrá a la luz. Lo particular es que el MEDI apenas es un receptáculo, tal y como están operando todos los museos nacionales, de modo de que tal y como me comentó un amigo curador en 2016, no pueden mostrar lo que a criterio de los investigadores es relevante, sino las propuestas que puedan ser costeadas por los propios artistas.

En las salas del MEDI se puede ver Atrapando el color que abrió en diciembre 2015 para celebrar el aniversario del museo con obras de Cruz-Diez. El recorrido continúa con La imagen múltiple con estampas de la colección de la Fundación Museos Nacionales, la Emblemática de Gerd Leufert que fue recreada en el pasillo del tercer piso gracias a la iniciativa del Instituto de Diseño Darias, mientras que Negro es una reflexión del artista gráfico Igor Collazos, también está Trestablas, que de alguna manera replica la exposición de gráfica sobre patinetas elaboradas por estudiantes del Cdd  que se tituló Expresiones Urbanas, y finalmente Letras Venezolanas que exhibe 32 propuestas tipográficas en formato afiche que son el resultado de la primera convocatoria lanzada por la Sociedad de Creadores Tipográficos de Venezuela y el Centro Gráfico.





También se mantiene el “remake”, Troxler. Estampas del jazz, la cual parte de los afiches donados al museo cuando se trajo originalmente esta exposición. Este segundo debut apareció sorpresivamente en la programación 2015 luego de que los encargados del museo rechazaran proyectos expositivos originales, incluso con respaldo institucional público. La decisión quedó bajo la sospecha de las decisiones políticas que a mi modo de ver, han embasurado nuestra institucionalidad cultural pública.



Museo en autoaislamiento

Para finalizar esta nota sobre el Museo Cruz-Diez traigo a colación una anécdota de hace semanas atrás, cuando dos de mis estudiantes de comunicación social lo visitaron con el objetivo de solicitar información para elaborar un reportaje con fines estrictamente académicos sobre la gestión cultural en Venezuela. En el MEDI les explicaron que debían remitir una solicitud formal escrita por correo electrónico a la Dirección General de Relaciones Interinstitucionales de la Fundación Museos Nacionales, para ver si dicha "autoridad" les concedía el favor de brindarles los datos que necesitaban.

Escribieron y jamás recibieron respuesta. Para ayudarlos, por mi parte, intenté solicitar ayuda con algún empleado del museo, y todos declinaron amablemente, hasta que alguno indicó que les prohibieron dar cualquier tipo de información sin autorización del respectivo departamento centralizado.

En particular me parece grave este cerco. Es como si la propia FMN obligara a su gente a incomunicarse colocando alambres de púas y un foso con cocodrilos a su alrededor que sólo pueden ser cruzados por quienes las “altas instancias” indiquen.

Por los vientos que soplan, en esta nueva etapa del país, la del chavomadurismo totalitario, tendremos instituciones museísticas cada vez más encapsuladas. Habrá que ver cómo las liberamos.