Proyecto "No borders for food": MARISELLA PACHECO JUNTA DISEÑO GRÁFICO Y GASTRONOMÍA PARA CREAR MEJORES EXPERIENCIAS DE USUARIO


Hummus de lentejas, en forma de croquetas saborizado con Sumack y una capa de semillas de sésamo.


Marisella Pacheco fue mi alumna en el Centro de Diseño Digital. Además de ser diseñadora gráfica, aprendió técnicas de cocina en la Academia Gourmet, donde desarrolló la tesis “Abstracción Cítrica”, en el que integra características formales de diferentes corrientes artísticas a la presentación de los platos. El año pasado se fue a Francia a cursar la maestría en “Creación, Investigación e Innovación en Diseño Sensorial y Alimentario”, que ha llevado su investigación a otro nivel en el proyecto “No borders for food” realizado en Turquía.


En 2016 Marisella Pacheco hizo maletas para recalar en el Instituto Superior de Color, Imagen y Diseño (Institut Supérieur Couleur, Image, Design) ubicado en Toulouse, Francia. El talento desplegado por ella en una entrega llamó la atención de la directora de la escuela, Delphine Talbott, quien la introdujo en la organización sin fines de lucro Cricao, la cual promueve intercambios culturales y artísticos.

Talbott le propuso que la acompañara en “No borders for food” que se llevó a cabo por primera vez en Gaziantep, una ciudad turca fronteriza con Siria, para explorar el papel de la cocina y la comida como elemento unificador de dos naciones cuyos habitantes se sienten como hermanos mientras que sus gobiernos son enemigos. “Bajo este precepto, un equipo francés y mi persona estuvimos inspirándonos en la ciudad para crear una exposición en el Museo de la Gastronomía de la ciudad, donde mostramos una reinterpretación de las costumbres culinarias y nuevas utilizaciones para los ingredientes clásicos”, explica la diseñadora venezolana.

El proyecto, realizado con el respaldo del programa de colaboración cultural Tandem para Turquía, fue articulado en conjunto con la asociación cultural turka Kirkayak Kultur, representada por la estudiante de ingeniería de los alimentos Hala Khankan, una muchacha de origen sirio que no ha vuelto a su país desde hace mucho tiempo por razones de guerra, quien se convirtió en el puente extendido entre Francia, Turquía y Siria. También colaboraron profesionales de la cocina turca.



Collares de comida desecadas para dar la bienvenida a los invitados. En esta parte del planeta usar la comida como una pieza de vestir puede ser bastante controversial, de hecho no todo el mundo estuvo dispuesto a usarlos.



La documentación preliminar se inició en Francia, a través de libros de cocina y arte, así como la revisión informativa sobre los problemas sociales de la región. Se eligieron como focos de observación algunos elementos que sobrevivieron a la inmigración en Francia, como el Hummus, que es muy consumido en Europa, la mujer, por su presencia tradicional en la historia de la cocina y prácticas culinarias árabes, así como la costumbre de comer en los jardines.

“Sin embargo, estando en el campo me di cuenta de que el objetivo era ver las creaciones que pueden darse a partir del choque cultural, poniéndose en el papel del inmigrante o el visitante que poco a poco va mezclando sus experiencias anteriores con la esencia del lugar que está visitando. Una vez entendiendo esto, solo te queda llegar al sitio, comer, hablar, pasear, preguntar, dejar que los habitantes te cuenten sus historias y te muestren sus fotos. Eso fue lo que se hizo”.


El diseño como unificador


Marisella Pacheco considera que el diseño le ayudó a organizar el caos, “porque cuando finalmente tienes todos los elementos que has ido recopilando te preguntas, - ajá, ¿y ahora qué hago con todo esto?”-. Para mí el diseño es el elemento unificador, como el punto de mostaza al hacer una mayonesa, que me permitió poner en perspectiva todos los datos obtenidos en entrevistas, recetas y crear algo. En cambio, la gastronomía te hace pensar en los sabores, las texturas y balancear las cantidades. Luego, el diseño culinario permite agarrar todas esas técnicas clásicas para usarlas de forma diferente”.

Como diseñadora gráfica, la venezolana estuvo atenta a los patrones y los elementos gráficos presentes en la ciudad, donde predominan el puntillismo y el mosaico con disposiciones geométricas. “Siempre le pongo especial cuidado a la forma en que lleno mis lienzos, el peso de los elementos visuales, la distribución de las fuentes, el significado de los colores. Me encanta pensar en la comida como un material para crear formas, y podría decir que sin importar la naturaleza del proyecto, el diseño gráfico me acompaña en todas partes”.

Para Marisella el resultado fue una interpretación de la gastronomía turco-siria, por lo que el punto principal fue: la mezcla, en la que “se tomó como elemento unificador el hummus, presente en ambas culturas. De la gastronomía de Gaziantep tomé sabores picantes y ácidos, a los que di texturas que me ayudaron a hablar de los comentarios rebeldes que acompañan la crisis, la fuerza y la presencia femenina, aunque ésta es frecuentemente solapada. Tomé el pistacho como un elemento icónico de la ciudad, de hecho en ella se produce el mejor del mundo y la Baclavala que se ve en los escaparates exhibida cual joyería. Y finalmente de la parte siria, se tomó el pan, muy importante a la hora de consumir hummus y técnicas como las que se utilizan para hacer los dolmas, que son bastante parecidos a los tabaquitos de la cocina turca, o el falafel para freír el hummus y cambiarlo de forma”.



La técnica principal con la que fue concebida fue el mosaico, icono de la ciudad y de una obra de arte emblemática llamada Gipsy Girl,  la cual no se sabe si es una mujer o un hombre, lo que nos permitió jugar con la presencia de la feminidad incluso en el sexo masculino (la obra estaba presente en la sala); un tema tabú. Se observa la fuente de Ayran en el centro y la vajilla tradicional en metal rosa, piezas también emblemáticas de Gaziantep.


El resultado exhibido en el museo de la gastronomía de Gaziantep fueron dos salas diferenciadas por color: una rosa, en homenaje a la femineidad y la otra en verde como identificador de la naturaleza tan presente en los jardines otomanos.

La sala rosa muestra la etapa madura y fértil de la mujer, representada en una controversial fuente en forma de seno rellena de Ayran (yogurt salado) con gotas de aceite de pimiento picante. “Esta sala representó uno de los más grandes retos a la hora de abrir la exposición al público, pues alude a elementos tabú en medio de un ambiente delicado y dulce. De hecho, a nivel de sabor, era la sala más contrastante con dulces y salados, y luego ácidos y picantes, lo cual chocó un poco, pero tuvimos una aceptación interesante por parte del público femenino”.

Entanto, la sala verde era un símil de la riqueza de la región, la adoración de los jardines y su connotación de libertad e intercambio, pues en ellos se suele comer y compartir. El elemento gastronómico estrella fue el pistacho.


La Sala Verde en su totalidad. El elemento central, simulando la tradicional fuente que siempre pauta el eje de los jardines turcos, se encuentra una “fuente” de pan sirio, sobre una placa de cocción tradicional.


Diseño para mejorar las experiencias de usuario


La maestría que cursa Marisella se centra en la exploración de los cinco sentidos para crear conceptos de diseño. Como es un máster de creación e investigación, es bastante libre la aplicación, según la profesión original del estudiante. Como Pacheco es Diseñadora Gráfica (multimedia) y cocinera, lo ha orientado a crear mejores experiencias de usuario (UX, User Experience) en proyectos digitales y para explorar el diseño aplicado en alimentos y la gastronomía.


“La maestría me abrió las puertas al mundo de las sensaciones, cómo observarlas, qué mirar, y qué hacer con ellas, pues incluso entre un pequeño flyer y el consumidor, hay sensaciones e interacciones. Además he tenido la oportunidad de trabajar con expertos de muchas áreas que te hacen pensar en la influencia de todos los elementos involucrados en las experiencias, desde el mantel hasta los sabores, y cómo contar historias con ellos, crear discursos coherentes con la comida, así como recrear fenómenos etnográficos y sociales. En la Academia, me lancé con todo hacia lo desconocido, mezclando teorías gráficas con técnicas de cocina; he aprendido a trabajar en equipo con profesionales de diferentes áreas y a ver el diseño como una herramienta global de canalización. Ha sido una aventura loquísima que me ha enseñado, sobretodo, a observar y mantenerme en una especie de vigilia creativa que permite traducir los elementos del entorno en experiencias sensoriales y pensar sobre todo en la gente, recordando que el diseño debería estar centrado en ella”, comenta.



Fuente de Pan Sirio Tradicional rodeado de croquetas de hummus de lentejas.

Como cierre le pregunto si considera posible un proyecto similar para la reunificación y reconciliación de los venezolanos, a lo que contesta:

“Por supuesto, de hecho tengo más proyectos por realizar con la misma asociación posiblemente en Barcelona y Europa del Norte, y me encantaría poner sobre la mesa un proyecto en Venezuela. Cada vez que cocino en cualquier parte del mundo recuerdo que aprendí a amar la comida y los sabores en mi país, y si hay algo que siempre ha unido a los venezolanos es cuando hay ganas de comer… Y ahora mismo, las ganas de volver a comer, por muy desolador que suene. Si algo me ha enseñado este proyecto es que efectivamente el papel de la comida en cada lugar es algo infinitamente explotable y disfrutable”.



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Instagram: @marisellapacheco