Parte 2: SANTIAGO POL EN LA HISTORIA DEL DISEÑO VENEZOLANO


No nos quedan dudas: Santiago Pol es una de las grandes personalidades del diseño gráfico venezolano, tanto por la excelencia desplegada a lo largo de su trayectoria como por su calidad humana. Esta semana ofrezco la segunda parte de la reseña escrita por Andreína Padrón, basada en la charla que el maestro ofreció en el curso de ampliación "Historia del diseño gráfico e industrial en Venezuela" de la UCV.


Por Andreína Padrón

Mil bocetos

Sobre su trabajo y proceso creativo, Santiago Pol comenta que sus virtudes son la constancia y la pasión por el diseño. Se siente inseguro y eso lo obliga a probar ideas diferentes. Puede trabajar miles de bocetos sobre una idea, pero al final muestra una sola propuesta al cliente, pues asegura que a nadie le gusta tener que escoger entre varias propuestas a la vez. Para él ha sido importante estudiar los movimientos plásticos contemporáneos desde el Impresionismo hasta el Pop Art, e inevitablemente hacer homenaje a sus creadores en sus diseños. Por otro lado, también analiza y estudia lo que no le gusta.
Han sido las calles de Caracas y San Felipe las que han servido de inspiración urbana para su discurso visual. En cuanto al color como elemento fundamental de su obra, aclara que usa tonos puros sin porcentajes de negro, pues éste lo utiliza solo en casos muy puntuales, mientras que el neón o fosforescente nunca lo ha podido usar porque le resultan desagradables.


“Entendí que para impactar hay que romper las normas académicas del diseño, pero esto solo lo podemos hacer cuando esas normas se conocen. Como cartelista tengo que provocar al transeúnte. Un afiche es un sueño detenido en el tiempo y en el espacio. Un poster es una cátedra visual en la vía pública. Siempre he querido sacar el arte de los museos y galerías y trasladarlo a los muros callejeros. El afiche, a mi juicio, cumple con esta intención”, asevera.
Así, trata de evitar tener un estilo personal en el diseño, pero procura encontrarse en cada problema, algo que logra con las formalidades finales de cada proyecto. Al principio del proceso creativo no le importa la estructura formal, suelta trazos toscos y poco a poco transita hasta llegar a una idea que lo cautive y es entonces cuando la desarrolla por completo. Expresa que saca las ideas de su entorno, de su medio ambiente, de su cuerpo.
“Hasta mi falo ha servido para hacer afiches, el Paquete Erótico es mi miembro, las piernas de una portada de El Universal son las piernas de mi hija, los labios de mi esposa, el cepillo de dientes, porque  tengo tres segundos para comunicarme con la gente, yo tengo que darle la madre en el ojo, tengo que decirle algo que nunca haya visto y eso es lo más difícil de un cartel, hacer algo que nunca se haya dicho, se dice fácil, lograrlo es complicado… Pero tú no puedes comunicarte con cosas que la gente no entienda, tienes que trabajar con elementos, con cosas que sean referentes, normales, puntuales y cotidianos de la gente. Por eso es que yo tomo mis elementos de mi entorno, no voy lejos, lo tengo a mi alrededor. Todo mi cuerpo ha servido para hacer estas cosas”.
La foto para el recuerdo con los integrantes del curso.

El cartel venezolano

En cuanto al cartel en Venezuela, Santiago Pol es claro en expresar que no ha habido una tradición ni una labor continua, ni sitios dónde pegarlos, en contraste con ciudades como Varsovia, París, Munich, que incluso dividían las aficheras por temas para carteles de cine, de teatro, política, entre otros. Se lo atribuye a la falta de organización y metodología que ignora detalles como las medidas y formato de los afiches. Sin embargo, un intento exitoso que mencionó fueron las aficheras del Metro de Caracas en los años 80, donde expuso su trabajo en varias oportunidades, al igual que Álvaro Sotillo.
Precisamente por esa falta de tradición, Pol ha sido uno de los pocos que se ha podido dedicar al cartel, porque vivir solamente de ello como diseñador es una labor difícil. Diariamente se le puede encontrar diseñando carteles, incluso fines de semana, feriados y fines de año, porque no lo considera una obligación, sino que es algo que disfruta hacer.
Fue en el taller de diseño del Inciba, del que fue coordinador a finales de la década de los 70, donde se desarrolló esa pasión. Eran seis diseñadores y hacían entre 6 y 7 carteles al mes, una producción grande para el momento. Pol recuerda que nadie les decía nada, ni siquiera los clientes, lo cual les hizo cuestionarse si estaban haciendo algo mal. Entonces propuso enviarlos al exterior, al Museo de Arte de París, el Museo del Afiche de Varsovia y el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En menos de un mes todas las entidades a las que había enviado carteles les respondieron, incluso con halagos, lo cual les reafirmó que estaban haciendo un buen trabajo y los motivó a continuar con la labor.
“El cartel no es una Miss Venezuela, el cartel no tiene tetas, no tiene culo, el cartel no es un espectáculo como el teatro o como un concierto donde sientes el aplauso, el cartel es silente, es estático. Entra en una dimensión muy profunda, a mi modo de ver”.
Cada intervención del maestro es una grata experiencia. Dejo constancia de mi asistencia a las "Grandes Ligas del diseño venezolano" el pasado 9 de marzo, en el que Pol fue presentado por el productor gráfico Marco Páez.

Para Santiago Pol, el cartel subyuga, penetra, crea una inquietud, debe motivar el pensamiento, algo que considera muy importante en el diseño contemporáneo en general, pues ya no basta con ilustrar las cosas solamente, por eso siempre dice que “el cartel es un coñazo en el ojo, pero que el hematoma debe quedar en el cerebro”. Así pues, es firme en rechazar proyectos que vayan en contra de sus principios y valores, pues sus afiches deben ir más allá.
Por esta razón, Santiago Pol sí cree que hay mucho campo para el cartel hoy en día en Venezuela. Áreas como la de la salud, en las que se pueden producir para la concientización sobre el sida, por ejemplo; o la promoción del deporte, son solo una muestra de las temáticas que puede abarcar el cartel venezolano. Y aunque considere haber vivido una época privilegiada en la que podía dedicarse meses enteros a un solo proyecto, no pierde la esperanza en el potencial que todavía existe.
“Ahora el diseño tiene que replantear su postura, porque los tiempos son más difíciles y turbios y además vivimos una situación social, política y económica diferente a la que vivimos hasta la entrada de este siglo. El diseño es fundamentalmente presentar soluciones, la creatividad es una solución, no es un problema. Los diseñadores en este momento tenemos una tarea enorme de adecuar el diseño a las duras y difíciles dificultades que tenemos”.

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