Apuntes sobre la carpintería venezolana. Mobiliario de los siglos XX y XXI

 



Tercera y última parte del recorrido histórico que resalta algunos hitos del mobiliario venezolano, que muestra la influencia de la carpintería europea.

Por MSc. Elina Pérez Urbaneja para MALBA Arquitectos. Parte 3.

Cornelis Zitman y Tecoteca

A los 21 años Cornelis Zitman emigró de Holanda, instalándose en Coro, donde conoció fortuitamente en la pensión donde habitualmente comía, a los ebanistas italianos Cesare Atti y Giuseppe Verdi: “Zitman todavía recuerda con admiración las bellísimas cajas de herramientas de los italianos, y su asombro al ver por primera vez los sofisticados utensilios que contenían. En particular le llamó la atención una sierra ajustable latina, muy diferente a las sierras holandesas que él conocía. Los ebanistas también le mostraron varios manuales de carpintería y catálogos de muebles italianos con muchas ilustraciones de interiores modernos. Lamentablemente, Zitman no recuerda los autores de estas publicaciones, pero sí aquellas fotografías de espacios decorados con piezas ligerísimas y elegantes, muchas de ellas con partes metálicas. Esas imágenes quedarán grabadas en su memoria y serán fuente de inspiración para muchos de sus posteriores proyectos de mobiliario. En Italia después de la guerra se estamparon muy pocas publicaciones sobre mobiliario y carpintería: lo más probable es que se tratase de los muy populares manuales escritos por Mario Dal Fabbro y publicados por G.G. Görlich al poco tiempo de haber finalizado la guerra”. (Rivas, 2011)

Comenta Rivas que en aquel entonces no habían muchos carpinteros en Coro y que las piezas que amoblaban las casas eran en madera de cardón, mientras que las familias más acomodadas conservaban algo del mobiliario antiguo de caoba importado de Curazao, que fue muy popular en el siglo diecinueve.


“Cuando llegué a Venezuela noté que había un vacío en cuanto a la fabricación de objetos”, relató Cornelis Zitman en una entrevista publicada originalmente en el blog Diseño en Venezuela. “En la capital falconiana trabajó en la construcción de muebles y ventanas junto a dos ebanistas italianos. En 1949 Zitman se instaló en Caracas, donde fue empleado como pintor de letras por Promociones y Decoraciones Dibo. Esta compañía que también hacía muebles por encargo, terminó nombrándolo director técnico de la fábrica instalada en Quinta Crespo. Allí comenzó a diseñar de forma autodidacta”. (Pérez, Cornelis Zitman, diseñador de muebles en la Venezuela de los años 50, 2021)

Al culminar su relación laboral con Dibo, Zitman instala la carpintería ‘Talleres Zitman’ en un galpón en el callejón Santana de la zona industrial de Boleíta, con maquinaria de segunda mano. Su primer proyecto importante fueron las residencias Monserrat en Altamira, un edificio diseñado por Emile Vestuti.

La expansión de la operación de manufactura requería una inyección de capital que el holandés no tenía. El encuentro con el ingeniero Antonio Carbonell, desembocó en una sociedad que se transformaría en Tecoteca, con Zitman como socio industrial, los hermanos Diego y Antonio Carbonell y el arquitecto Oscar Carpio como socios comerciales.

El taller estaba organizado en varios departamentos, entre los que se contaban “corte de material crudo, máquinas, ensamblaje, acabados de madera, lacas y pintura, tapicería”.


“Tecoteca llegó a tener tiendas en Caracas, Maracaibo, Valencia y Maracay, y su estilo estaba influenciado por el funcionalismo: “Nuestra idea era hacer muebles funcionales, menos pretenciosos y que ocuparan espacios reducidos. Queríamos hacerlos para las masas, sin embargo, la relación costo-producción-venta al público era pésima, porque el costo de fabricación era altísimo, con un margen mínimo de ganancia”, recuerda Zitman”. (Pérez, 2021)

Los materiales predominantes de estos muebles eran la madera y el hierro. Sin embargo, tanto Zitman como Oscar Carpio recordaban que en 1957, los momentos previos a la caída de la dictadura, elementos como tornillos y pernos eran difíciles de conseguir en el país”.

Tras la crisis económica desatada a raíz del derrocamiento de Marco Pérez Jiménez en 1958, Tecoteca quiebra, siendo la fábrica liquidada por la banca acreedora.


Isabel Castillo. Diseño de mesa y silla de comedor en madera para Muebles Azpúrua, años 50.

La carpintería industrial en el sector del mueble

Muebles Azpúrua, Promociones y Decoraciones Dibo (que posteriormente pasó a ser Decodibo), Galería Hatch y Capuy fueron otras fábricas de muebles activas en la década del cincuenta.

En el caso de Venezuela, fue el momento en el que el país pasó de la ruralidad a lo urbano, siguiendo los postulados ideológicos del Nuevo Ideal Nacional (NIN) perejimenizta, que promovía “la transformación positiva del medio físico”. Para 1961, el 62% de la población venezolana estaba asentada en las áreas urbanas.

Muebles Azpúrua era la compañía más antigua y prestigiosa. Fundada en 1927, diseñaba, comercializaba mobiliario a la medida y también ofrecía servicios de decoración. Relataba una de sus diseñadoras, Isabel Castillo, que esta empresa no tuvo fábrica propia, sino que subcontrataba el trabajo de carpinterías y ebanisterías pequeñas, principalmente, mientras que para las piezas de mayor complejidad solicitaba el quehacer de Sillera Industrial.

“En 1954 se fundó la Compañía Anónima Puente Yanes –Capuy-, surgida de la asociación del ebanista yugoslavo Franz Resnik con Ernesto Blohm, Claudio Civitico y Giovani Caputi. Se inició como una tienda de muebles escandinavos hechos en madera. En 1965 inició la fabricación local con diseños propios de inspiración danesa”  (Pérez, 2005). La historia de Capuy concluyó en 2023, con su cierre definitivo.

En el turbulento año 1958, marcado por la transición a la democracia y las transformaciones económicas, quebraron Muebles Azpúrua y Tecoteca. No obstante, el entorno aún favorecía la inversión empresarial, por lo que se fundaron en el sector del mueble nuevas empresas como Muebles Mary, Hervigón y Avelca, las cuales aprovecharon el “saber hacer” de los carpinteros españoles e italianos.

El Arquitecto Jorge Castillo Blanco, Premio Nacional de Arquitectura 1999, en los años setenta formó parte de los invitados del Centro Industrial del Mueble Avelca, junto a reconocidos arquitectos internacionales como Gio Ponti, Tobia Scarpa, Tito Agnoli, Carlo Bartoli, Cini Boeri y Pierluigi Spadolini.

Según una encuesta cursada en 1971, apenas once fábricas poseían tecnología de producción masiva moderna, copaban el 20% de la producción nacional y empleaban 100 o más trabajadores. Se contabilizaban 82 empresas medianas con 20 o más empleados y 458 talleres pequeños con un promedio de 5 trabajadores. (Martínez, 1978)

Todavía a finales de los años ochenta y los noventa, Hervigón, Capuy y Muebles Mary producían muebles de madera en serie. Capuy tenía licencias para fabricar diseños como la silla “Gatti” de Tito Agnolli o “Laminette I” del noruego Svel Ivan Dysthe.

Colección Mérida diseñado por Bernabé Melero para Muebles Mary, años 70.

En el caso de Muebles Mary, desde los años setenta tuvo un diseñador “in house”: primero, el español Bernabé Melero, creador de la exitosa línea Mérida, hecha en pino curvado y en los años ochenta, la compañía contrató al italiano Aldalberto Caraceni, que concibió la línea “Mary Cuero”, de estructura tubular y cuero, pero que también incluyó modelos como “Luigia” (1982), en madera laqueada, confiada a los artesanos de su planta.


Emile Vestuti. Easy Rocker, fabricado por Casa Curuba.

Casa Curuba: manufactura artesanal con diseño cosmopolita

“Atraído por unos cubiertos de Antonio Torres, uno de los primeros talladores de Guadalupe, que le mostrara el fotógrafo José Sigala hace 25 años, Dennis Schmeichler llegó a ese universo de hacedores de la madera. Allá encontró el semillero perfecto para poner en práctica el taller Siempreviva, experiencia que constituye una apuesta por la fabricación de mobiliario en nuestro país, donde, a pesar de los loables intentos entre los años 50 y 60, el mercado sigue prefiriendo la importación sobre el producto nacional” (Jiménez, 2004)

Con la apertura del taller Siempreviva en Quíbor, estado Lara, bajo la coordinación del carpintero y ebanista de origen austríaco Rudolf Stejskal, nació Casa Curuba como espacio comercial en Caracas para ofrecer objetos que fusionaban la tradición artesanal con un diseño cosmopolita. El taller y la tienda cerraron definitivamente en el año 2012.

Rudolf Stejskal fue un fotógrafo topográfico y ebanista austríaco radicado en Venezuela desde finales de los años cincuenta, que dirigió el taller de madera del antiguo Instituto de Diseño Neumann Ince (IDD). En los años ochenta se unió a esta aventura junto a Dennis Schmeichler y Don Bell, creando, entre otras piezas, un banco de madera caoba que actualmente lleva su nombre. Con esta pieza logró equilibrio y apariencia liviana, bajo los preceptos de Bauhaus. Stejskal pereció en un accidente automovilístico en 1987.

Schmeichler recuerda que siempre Casa Curuba trabajó con maderas certificadas, provenientes de diferentes zonas, ante la escasez del material en el desértico valle de Quíbor: “fuimos Bell, Stejskal y yo a Guayana a comprar una gandola de madera, imagínate la clase de locura, yo creo que fue una forma de insertarnos en el país, no lo hicimos como Tecoteca, como idea comercial, sino ofreciendo un compromiso hacia el diseño”. (Fernández-Shaw, 2007)

En 1989, Emile Vestuti se acercó a Casa Curuba con su portafolio. Su primer encargo fue una “alpargatera” o exhibidor de alpargatas que diseñó conjugando madera y tubos de cobre. Sin embargo más adelante, al entrar en contacto con los artesanos del taller en Quíbor, inició su fascinación por la silla de paleta, la cual toma como punto de partida para sus creaciones posteriores, elaboradas en maderas duras venezolanas, pero con una estética que integra la tradición de nuestro país con referentes norteamericanos como la Adirondack y los muebles de su admirado Frank Lloyd Wright.

Ese mismo año lanzó la familia de sillas “Goldilocks”, también conocidas como “Mamá, Papá y Bebé”, inspiradas en el tresillo larense. Ese mismo año también surge el juego de sillón y banco de dos puestos “Sit” y como evolución de éstos la primera versión de la mecedora “Easy Rocker”, pieza paradigmática signada por la repetición de paletas y por la curvatura de la base que permite un sutil movimiento pendular. Asimismo sorprendió su construcción sin clavos, ni tornillos. Enteramente ensamblada en madera, rinde cuenta de la meticulosidad de su creador, quien además se encargó de capacitar a los artesanos en la lectura de los planos empleando métodos no convencionales, como el trazado de planos a escala 1:1, (a tamaño natural) y la comunicación permanente con los líderes del taller.

Emile Vestuti. Familia de sillas Goldilocks, fabricado por Casa Curuba.

“La parte complicada del trabajo es que era muy preciso y que nadie en la carpintería sabía cómo leer los planos, tomando en cuenta que la mano de obra provenía del mundo agrícola”, indica Dennis Schmeichler, quien también señalaba que: “para solucionar el problema, Emile cambió la forma de trabajar, trazando los planos a escala 1:1”, es decir, los llevó a tamaño natural, convirtiéndolos en una especie de patrones de costura, pero para fabricar muebles de madera. (Pérez, Emile Vestuti: De la arquitectura al diseño de muebles con maderas preciosas, 2020)

Zapatero (Maytenus pittieriana), cartán (Centrolobium paraense), vera (Bulnesia arbórea), capure (Pouteria caimito), granadillo (Caesalpinia granadino), curarí o puy (Tabebuia serratifolia) y quebracho (Caesalpinia Granadillo Pittier) son algunas de las maderas preciosas venezolanas empleadas por Vestuti. Su principal aporte fue aprovechar este material que por su dureza solía emplearse en los elementos estructurales constructivos como columnas y vigas, para la sutileza del asiento, la mesa y el seibó.

“La experimentación constante con el material, los cortes y el ensamblaje, los ajustes constantes, así como la exploración estética del ‘carnaval quiboreño’ fueron los principales legados para el diseño y construcción del mueble en madera por parte de Emile Vestuti durante sus últimos diez años de vida. El proceso del diseño era una explosión creativa y de tecnología: las herramientas que se utilizaron para la fábrica fueron adquiridas en tiendas especializadas para trabajos artesanales de alta gama de Nueva York”. (Yannone, 2019)

Después de la muerte de Vestuti, en 1987 llegó a Casa Curuba el arquitecto con postgrado en diseño industrial Jorge Rivas. Su primer cambio dentro del Taller fue incorporar la chapilla en los diseños del mobiliario y esto se convierte en una relevante contribución para la historia del mueble en Venezuela, pues permitía que las piezas no tuvieran problemas al ser transportadas y no estaban en riesgo de quiebre. Por lo tanto, las piezas se hicieron más livianas.

“A mi juicio, las piezas estaban elaboradas con secciones muy grandes, por lo que había mucho desperdicio de madera, y a mí siempre me han interesado las estructuras límite, en las que se aprovecha hasta el material de desecho”, explica. (Pérez, Jorge Rivas diseña muebles contemporáneos con evocación del pasado, 2010).

Jorge Rivas. Mesa con tope «desconcertado».

De tal cuestionamiento emergió el “desconcertado”, una técnica que desarrolla junto al ebanista italiano Doménico Stefani, que emplea hasta el último retazo de madera. “Los pedazos de distintas maderas son recortados varias veces, luego encolados para lograr una superficie, o bien torneados, para darle la forma del objeto deseado. De esa manera se juega con los colores y texturas de cada madera utilizada, dejando al material expresarse por sí mismo” (Jiménez, 2004) e introducir en el taller Siempreviva esa técnica de carpintería contemporánea.

En cuanto a las intenciones estilísticas Jorge Rivas comenta: “En varias piezas de marquetería que he concebido hay una manifiesta intención neoclásica que rescata una tradición breve, pero importante, entre 1795 y 1810 en nuestro país”. También reconoce la influencia que ha ejercido sobre su obra el mobiliario manufacturado por el ebanista Serafín Antonio Almeida, nacido en Guarenas a finales del siglo XVII.

Otra de sus propuestas provino del interés que siente Rivas por la tradición china que concede protagonismo a la expresión del material en el mueble, mediante la utilización de las vetas y las imperfecciones de la madera. Esta sabiduría oriental también se vuelve explícita en las uniones o juntas de los muebles.

Jorge Rivas, banco fabricado por Casa Curuba, 2003.

Esta visión brindó soluciones a las bandejas y cajas que se trabajaban con maderas que se doblaban. “Le dije a Dennis que al utilizar maderas muy duras en secciones muy gruesas, estábamos construyendo de un modo equivocado. Entonces, cajas que se hacían en maderas sólidas, se convirtieron en estructuras de madera suave, como el cedro, recubiertas con una chapa de colores y dibujos, en maderas duras. Eso hace que tengan mejor movimiento y sean más estables. Así se hacían en el siglo XVIII, y el cedro tiene la ventaja, además, de que no le entran xilófagos, lo que garantiza su durabilidad”. (Pérez, Jorge Rivas diseña muebles contemporáneos con evocación del pasado, 2010)

Los más de 300 proyectos que creó Rivas para Casa Curuba evidenciaron su preferencia por las maderas duras venezolanas, por sus vetas y colores intensos. Entre sus favoritas se cuentan cedro rojo (Cedrela mexicana), carreto (Aspidosperma sp), gateado (Astronium graveolens), pardillo (Cordia alliodora), ébano criollo, zapatero y roble (Platymiscium pinnatum), trabajadas por artesanos de Quíbor y Guadalupe como Ramón Silva (Monche), Regino Silva, Benito Silva, Carlos Silva, José Luis Hernández, Carlos Aranguren, Heriberto Rodríguez, Miguel Mendoza y Edison Daza, entre muchísimos otros que pasaron por Siempreviva, quienes provenían de familias de hacedores que traspasaron el oficio de una generación a otra. 


Vicente Antonorsi y Juan Carlos Láncara diseñaron con su marca Amarillo la mesa Piaroa fabricada por Muebles 2000.

Muebles Amarillo

En 1995 nace la empresa Amarillo, proyecto de mobiliario del estudio Añil, de los arquitectos Vicente Antonorsi y Juan Carlos Láncara.

Amarillo es el resultado de una asociación entre el diseño de Añil con la manufactura de Muebles 2000, compañía que se fundó en los años 40 y la carpintería Duramater.

En 1996 la Sala Mendoza exhibió sesenta muebles de Amarillo que reinterpretaban el mueble venezolano: las familias Deporaquí, Piaroa, Cónica, Aguja, Estrella, Cuatro puntas, Obra Limpia, Arquitectos y A palos.

“La selección de maderas a utilizar en cada mueble, atendiendo características como peso, dureza, costo, responde además de las razones técnicas, a una voluntad de diseño. Hay familias que van indisolublemente unidas a un tipo de madera, como el zapatero y la familia Piaroa, pero en las demás familias hubo total libertad. (…)En la familia Piaroa, el color ha sido exclusivamente el de sus materiales: madera de palma, zapatero, caoba, cartán, cristal, pizarra o hierro”. (Antonorsi, 1996)

En general en los muebles de Amarillo se utilizaron maderas tropicales de gran resistencia (cerbatana, zapatero, caoba, cedro, primavera, cartán), en formas simples macizas unidas al encanto de lo hecho a mano y la utilización de la tecnología para su elaboración.

Los muebles creados por Láncara y Antonorsi para Amarillo fueron los primeros en ser seleccionados por Marva Griffin para ser expuestos en representación de Venezuela en el Salone Satellite de la Feria del Mueble de Milán.

Marc Flallo, silla Ame.

Carpintería de autor en el siglo XXI

El francés Marc Flallo, residenciado en Barquisimeto, es reconocido como diseñador y artesano de muebles en madera. Se inició como asistente de Rudolf Stejskal, cargando y lijando madera, pero sobre todo, “observando el quehacer de Rudy, quien casi no hablaba, parecía un duende”, recuerda.

Tras la muerte de Stejskal, Marc Flallo pidió a los dueños de Casa Curuba que lo dejaran en el taller de Quíbor, donde trabajó bajo la jefatura de Edison Daza.

“Edison es carpintero, oficio que heredó de su familia. Posee un bagaje técnico muy amplio”, reconoce Flallo: Con él aprendí a trabajar la madera, mientras que los aportes de diseño los obtuve de Rudy y de Emile Vestuti”. (Pérez, Marc Flallo: “El objeto que más me gusta diseñar es la silla”, 2017)

Con la práctica, Flallo descubrió que le era fácil diseñar y manufacturar. En el año 2017 consideraba que su pieza más lograda es la silla AME, que conjuga cuero, ejes de bronce para las juntas y maderas preciosas venezolanas en planos inusuales, una síntesis de la investigación que ha llevado a cabo para lograr nuevos ensamblajes para las maderas no convencionales. Esa pieza fue exhibida en la muestra No-Materia que tuvo lugar en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez.

La impronta venezolana está en los materiales que utiliza, una amplia gama de maderas preciosas. Sin embargo, por razones ambientales emplea como base la madera de pino extraído del bosque de Uverito.

Diferente es la experiencia del ingeniero industrial Tomas von Wachter, que se volcó hacia la ebanistería y la tienda Serrucho, en el Paseo Las Mercedes. Los valores que identifican los muebles de von Wachter y los diferencia de otros en su área, es el empleo de uniones, acabados y detalles decorativos elaborados artesanalmente, además de la combinación de maderas, como el puy, algarrobo, capure, ceiba, cedro y pardillo. “Elude el uso de clavos y tornillos para ensamblar manualmente sus muebles con uniones clásicas como la cola de Milano, la cola de pescado, la horquilla y espiga”. (Pérez, Simbold, 2012)

A principios del siglo XXI, Fundapyme emitió un informe sobre la demanda interna de la industria del mueble en Venezuela, donde se mencionaba una tendencia recesiva desde 1996 en adelante, luego de que los años de mayor demanda fueran 1991 y 1992.

Alrededor del año 2000, la producción del sector del mueble contribuía apenas con un 0,25% al producto interno bruto del país, mientras que el consumo interno de muebles se aproximaba al 0,3%.

En el documento se aseveraba que no existían estadísticas nacionales de producción por segmento. Sin embargo, la Asociación Nacional de Industriales del Mueble y Afines de aquel momento señalaba que la producción más generalizada en el país era la que empleaba maderas nacionales, “en virtud de la excelente calidad de la misma, destacando el pardillo (Cordia Alliodora), el cedro (Cedrela Adorata), el congrio (Diplotropis Purpurea), la caoba (Swietenia Macrophylla), el roble (Platymiscium Pinnatum) y el samán (Pithecellobium). La madera nacional es costosa en virtud de los impuestos y trabas oficiales (hasta hace poco el Estado requería aserrar la madera al pie de la plantación, últimamente han permitido transportar las rolas), además de que existe la dificultad para obtener concesiones, por lo que algunos la traen de Colombia”. (Margui Villegas, p. 96)

En general en la información sobre la carpintería y la ebanistería en el sector del mueble no se menciona el estado del arte de la capacitación para estos oficios en los años recientes.

Las entidades conocidas para la formación son el Inces y el Instituto Artesanal de la Colonia Tovar (IACT), proyecto educativo financiado por la entidad alemana GTZ, que inició en los años noventa bajo la dirección de Vivian Suhl, quien favoreció la creación de un pensum de estudios teórico-práctico.

Las clases prácticas inicialmente se impartían en el taller del Ince en Caricuao. Para las mismas se trajeron maestros alemanes que transmitieron sus conocimientos técnicos y disciplina.


Tomás von Wachter, mesa Portofino en teca.

A modo de conclusión

En general, la carpintería y la ebanistería venezolana ha sido influenciada por la tradición europea, desde la época de conquista y colonización. Inicialmente pesó la influencia española, de la que nos separamos tras el sello de la independencia.

En el devenir de este oficio también se ha hecho palpable la tendencia a favorecer la importación sobre la producción nacional, una práctica que parece haberse incubado en la Colonia, y se acentuó en el período Republicano, en el siglo XIX.

A lo largo de esta historia, sin embargo, hemos visto en las propuestas de carpintería contemporánea que han destacado por su diseño, la firme voluntad de investigar y revisar a nivel estilístico y técnico el repertorio del mobiliario colonial, como germen identitario. Allí podemos ubicar los rasgos para definir una carpintería vernácula, que rescata tanto el valor del ture y la butaca como aportes indígenas, como el del escaparate y la escribanía como piezas de origen hispánico que tuvieron presencia en el interior de la casa venezolana.

Fuentes de investigación

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