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Gisela Viloria, diseñadora de fotolibros: Contar una historia con imágenes

En el Día Mundial de la Fotografía iniciamos una serie de 4 entrevistas sobre el fotolibro, desde la óptica de los diseñadores. Abrimos con Gisela Viloria.

Serie «Diseño de Fotolibros». Parte 1.

En tiempos recientes se ha desatado el entusiasmo por los fotolibros, un formato editorial en el que la imagen es protagonista.

Venezuela posee un «catálogo memorable», en el que resaltan los «libros de viajeros»,  donde prevalece la visual paisajística del país, así como de otras temáticas como las del imprescindible Retromundo de Paolo Gasparini, diseñado por Alvaro Sotillo.

Fotógrafo y diseñador son la dupla creativa que conjugan quehaceres para materializar este tipo de proyecto.

De esa conjunción, nació en 2015 Intervalo Taller Editorial, ante la inquietud inicial de los fotógrafos Ricardo Jiménez y Ricardo Gómez-Pérez -reconocidos como Ricar2- y la diseñadora Gisela Viloria, de producir libros de artistas, tras su trayectoria en el mundo cultural.

De la computadora a la imprenta

La editorial nació en los espacios libres entre los trabajos de los fundadores. De allí derivó su nombre.

«Intervalo nació de la necesidad de trabajar con las imágenes que tenía guardadas en la computadora», explica Gisela Viloria, quien es esposa de Ricardo Gómez Pérez: «la motivación original fue darle salida a las fotos de cada uno de los Ricardos”.

Mientras trabajaban en el libro Paisaje Vertical, conocieron al curador español Horacio Fernández, autor del libro El fotolibro latinoamericano, traido a Caracas por el Archivo Fotografía Urbana, cuya charla fue una revelación, confiesa Viloria, pues «le mostró el fotolibro como la posibilidad de contar una historia con imágenes, sin casi texto y de manera artesanal, con las herramientas que tenemos en el taller. Yo dije: esto es».

Experiencia en el diseño editorial

Gisela Viloria es reconocida como diseñadora de impresos, aunque  se formó inicialmente en la Escuela Cristóbal Rojas, luego en el Cegra y más adelante cursó tres años en la Escuela Superior de Bellas Artes de París.

Lamenta no haberse enterado de la oferta académica del Instituto de Diseño Neumann en aquella época. Más bien reconoce que descubrió el diseño tardíamente en Francia.

Regresó a Venezuela a principios de 1986 y fue contratada para ilustrar libros infantiles de Ediciones María Di Mase y para la industria petrolera. Allí comenzó su camino en el diseño editorial.

Luego abrió oficina de diseño junto a Cristina Sole. Posteriormente la llamaron para que se encargara de la dirección de arte de la revista Gerente, donde trabajó un lustro. Allí su destino se juntó al de los Ricar2.

Continuó acumulando experiencia en publicaciones periódicas relacionadas con la fotografía como ExtraCámara a principio de los años noventa. En paralelo se involucró laboralmente con diferentes fundaciones culturales, a las que llegó a ofrecer servicios de rotulación, diseño de catálogos e impresión digital con Titulus, empresa que formó junto a Claudia Noguera y Daniela Alvarez.

Paralelamente, como freelancer, diseñó durante 25 años para la CAF, «la cual me dió muchas posibilidades en imprenta en cuanto a tintas y papeles. Podía hacer lo que quisiera, aunque el tema era muy árido. Sin embargo, fue una experiencia enriquecedora».

Narrar con imágenes

Para Gisela Viloria el fotolibro relata una historia sin la obligatoriedad de incluir texto y «es diferente a los libros sobre fotografía», indica, pues «en el fotolibro desarrollas una historia o concepto y lo desarrollas con imágenes».

También señala que los fotolibros suelen nacer en casa y producirse casi artesanalmente. Se venden por tirajes muy cortos, lo cual les da cierto encanto.

Como diseñadora dice: «cada fotógrafo tiene su estilo, me involucro y trato de empaparme de su historia, mi trabajo consiste en potenciar su relato. En particular, yo selecciono lo que quiero hacer. Suelo trabajar con fotografías que me muevan y me digan algo».

Considera Viloria que en la portada de los fotolibros, «das la clave de lo que vas a conseguir dentro. Es allí donde resumes el contenido, sin contarlo». Todo un reto.

Los fotolibros diseñados

Intervalo Taller Editorial lleva cuatro fotolibros en su haber.

Se estrenaron en 2017 con los 20 ejemplares de Paisaje vertical, de Ricardo Jiménez y texto de Igor Barreto. La encuadernación fue hecha por Alvaro González.

Luego, en 2018 salió la exclusiva edición de 7 ejemplares titulados In-maculadas de Nelson Garrido, construidos con las máculas (pliegos usados para hacer pruebas en imprenta) provenientes de la impresión de su libro Nelson Garrido de editorial La Cueva.

Ese mismo año vió la luz ¡No me mires!, de Ana María Ferris, que llevó a Intervalo como finalista en FOLA Photobook Award, un importante premio argentino. Cuenta Gisela Viloria que ese fotolibro llevó dos años de trabajo, aunque la fotógrafa estaba muy clara sobre cómo quería la publicación. El punto dilatorio fue la imprenta Brizzolis en España, pero valió la pena ¡son excelentes! Cabe destacar que finalmente, esta obra fue mencionada en la lista de los 10 mejores fotolibros del 2018 del curador Robin Titchener en Londres.

En 2019, Intervalo editó @vistadesdemicuarto de Herman Sifontes, que constó de 300 ejemplares muy particulares, «pues es un librito del tamaño de un pasaporte», explica la diseñadora. Fue producido en Gráficas Acea, que dicho sea de paso, es la imprenta de confianza de Viloria, quien asegura que «entienden el trabajo artesanal y me asisten en el acabado de maquetas o en cualquier duda que se me presenta».

Un quinto fotolibro diseñado por Gisela Viloria, pero para la Galería Beatriz Gil es: Testigos del desarraigo, de Marylee Coll, editado en 2018 por Ruth Auerbach y la propia Viloria. El mismo, resultó finalista en el FOLA Photobook Award de ese año.

En la actualidad, la editorial está en pausa, debido a la pandemia mundial, con cinco fotolibros maquetados, casi listos, que esperan el momento propicio para convertirse en una realidad impresa sobre papel.

 

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