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Un ingeniero al rescate del diseño en la carpintería y ebanistería

Este artículo sobre Tomás von Wachter, de la tienda Serrucho,  fue publicado originalmente en el suplemento Espacios de El Nacional y luego, en Diseño en Venezuela.

Por Elina Pérez Urbaneja.-

Tomas von Wachter estudió y ejerció la ingeniería industrial, pero desde hace aproximadamente ocho años se dedica enteramente a su talento vocacional: la ebanistería, una rama de la carpintería que se dedica exclusivamente a la fabricación de muebles. El nombre deriva del ébano, una apreciada madera negra proveniente de Africa.

Este es un oficio que escasea en la actualidad debido, entre otras razones, a la vulnerabilidad de la materia prima que ha empujado la industria del mueble hacia los enchapados, los cuales se perfilan como más amigables con el ambiente.

Mesa Dolce, teca y pardillo.

Sin embargo, la ebanistería se resiste a la desaparición, y en Venezuela el trabajo de Tomas von Wachter lo evidencia en las piezas que comercializa a través de la tienda Serrucho. “Mi papá era tornero, e hizo los barrotes de muchas de las ventanas de las casas de estilo colonial que aún existen en el Centro de Caracas”, explica.

Además de haber aprendido el oficio con su padre, ha realizado cursos para trabajar la madera maciza en los Estados Unidos. También confiesa que sus conocimientos ingenieriles lo han ayudado a resolver aspectos constructivos.

Los valores que identifican los muebles de Tomas von Wachter y los diferencia de otros en su área es el empleo de uniones, acabados y detalles decorativos elaborados artesanalmente, además de la combinación de maderas, muchas de ellas venezolanas como el puy, algarrobo, capure, ceiba, cedro y pardillo.

Perchero Apollo, pardillo.
Proceso compartido 

Si bien Tomas von Wachter ha desarrollado un catálogo de muebles de diseño propio (entre el que se cuentan las mesas Dolce y Portofino o la lámpara Cisne) ofrece un servicio personalizado en el que el cliente es copartícipe del proceso creativo: “La gente suele llegar a la tienda con la idea de qué es lo que quiere, entonces lo primero que hacemos es sentarnos a conversar sobre cuál es la forma de la pieza que imagina. Son pocos los que vienen con bosquejos”, señala.

Desde ese primer encuentro con el diseñador-ebanista hasta el resultado final hay bastante trecho. Las etapas comprenden desde los bocetos a lápiz y la definición de qué maderas se van a utilizar, hasta los modelados en computadora. Incluso, se le muestran al cliente montajes fotográficos para que aprecie cómo se verá el mueble en el espacio que ocupará. La muestra se puede hacer con maquetas. Durante ese lapso se van haciendo ajustes a la pieza.

Silla Adirondack, teca.

Tradición sobreviviente 

Von Wachter considera que su trabajo revaloriza la ebanistería al punto de que elude el uso de clavos y tornillos para ensamblar manualmente sus muebles con uniones clásicas como la cola de Milano, la cola de pescado, la horquilla y espiga. Pocas veces emplea herramientas eléctricas.

Esta característica es la que les otorga perdurabilidad. “Yo concibo mis piezas para que pasen de una generación a otra sin que pierdan vigencia en el tiempo”, cualidad que asocia con el estilo danés unido a la robustez constructiva de los shakers.

Mesa Portofino, teca.

A pesar de que se ha capacitado para trabajar la madera, von Wachter considera que en su oficio muchas de las cosas se aprenden con la práctica, no obstante, a nivel del diseño aplica reglas matemáticas para lograr las proporciones y la ergonomía.

Según el ebanista, la silla es el elemento más difícil de diseñar, pero es el que más satisfacciones da, como en los casos de la Silla de Bar y su versión de la Adirondack, con ruedas y apoyabrazos anchos que funcionan como bandejas.

Para von Wachter diseñar y trabajar la ebanistería es la oportunidad de inventar detalles. “Para mí, cualquier reto es interesante”, concluye.

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