Los rayos solares que calientan e iluminan Maracaibo, han sido la gran influencia que tiñe de identidad los productos de la arquitecta Jeniffer Ramírez.
Recién egresada de LUZ trabajó en urbanismo, remodelaciones arquitectónicas y en diseño de mobiliario por encargo, primero como empleada, luego asociada con un amigo. Llegó a tener un showroom en un reconocido centro comercial marabino, Alter Terra, pero tuvo que cerrarlo y desde entonces decidió desarrollar su propia línea de productos.
Un día, al entrar en su habitación se dio cuenta de que necesitaba un dispositivo para colgar las carteras: así nació el Perchero Árbol, que compuso con tres largas piezas tubulares dobladas que están delicadamente unidas con escasos puntos de soldadura. Del extremo superior de cada tubo sobresalen varillas delgadas que contribuyen a configurar una forma que asemeja ramas sin hojas.
Con el perchero inició la marca Razza Design, signada por el sello manual: “Todos mis productos son artesanales, pues los fabrico en talleres que conozco desde hace años”, comenta Ramírez.
Le gusta explorar las propiedades de los materiales junto a los artesanos. “En el camino voy haciendo muchas pruebas”, admite, porque en gran parte su proceso se fundamenta en el ensayo y error. En el taller de herrería le tienen miedo: “Ahí viene Jeniffer con algo loco”, siempre protestan, pero al final aceptan el reto.
Funcionales
Entre los productos que tuvo en el catálogo Razza Design resaltaron la mesa y el estante Zig-Zag, construidos con unas particulares “láminas plegadas de recuperación” que fueron halladas en una construcción: “me las llevé a la oficina y estuve ideando qué hacer con ellas hasta que surgieron estos diseños que unen metal pintado con colores vivos y vidrio”, relata Ramírez.
En ambos casos fueron ediciones limitadas cuya producción culminó con el agotamiento de las láminas. Al fin de cuentas, ha sido un exitoso experimento con el reciclaje que repitió con los bancos Trillizas Tricolor.
El Librero del Sol ha sido el diseño más trabajoso de construir, pues se trata de una lámina de hierro que prácticamente fue doblada a mano para otorgarle ese aspecto circular del que sobresalen seis “rayos” superiores y se le encajan en negativo tres rayos en la parte inferior. A este se le unió Golondrina, estante con revistero que es el símil de un ave volando.
Dan la hora
En el catálogo de Razza Design resaltan los relojes: inicialmente tuvo La hora en Maracaibo, que pasó a ser Venezuela Hermosa, piezas de acrílico cortado con láser que provienen originalmente de una ilustración que participó en el 1er Salón BOD, donde se buscaban obras que mostraran la zulianidad.
De la representación netamente bidimensional Ramírez pasó al objeto funcional, creando este reloj con tinte regional en color negro. “Los vendí todos. Muchos de ellos se los llevaron a zulianos que viven en el extranjero”, cuenta. Luego de semejante éxito, adaptó el concepto incluyendo simbología nacional.
Actualmente Razza Design se comercializa a través de las tiendas online Disenia, Sincorriente y Tinmarinlibrería y en varias tiendas físicas de Caracas, Barquisimeto, Valencia y Maracaibo como Siete al Cubo. El catálogo ostenta objetos ornamentales, como El caballito de Matías, que nació del obsequio que diseñó Jeniffer al bebé de su mejor amiga.
“Cuando mi amiga me contó que estaba embarazada, enseguida se me ocurrió regalarle un caballito de juguete a su hijo. Entonces trabajé en un diseño cuyas piezas fueran ensambladas. Luego de realizar numerosas pruebas en cartón, llegué a las partes que fueron hechas en Mdf y madera maciza a tamaño real con anclaje de tornillos”.
Como su amiga vive en Panamá, Jeniffer transportó el regalo desarmado en la maleta. Luego de esa experiencia, llevó el caballito a una escala menor y lo convirtió en un objeto 100 por ciento decorativo elaborado en acrílico o mdf, los mismos materiales que emplea para el apoyalibros.
A la sombra, un concepto sencillo, pero útil y hermoso. En los últimos meses también incluyó dos modelos de anillos para servilletas: Fiore di Tavola y Suerte en la mesa.
Se preguntarán el por qué de los títulos de cada pieza: “A todas les pongo nombre, porque son mis hijos. Si no encuentro cómo llamarlos es como si no me pertenecieran”, concluye la entrevistada.
Como curiosidad, acude al artículo original para que veas cuántas tiendas de diseño existían en aquel momento en Venezuela: